Con un enorme potencial de producción en el sur, el país necesita infraestructura y definiciones para explotar el gas natural licuado (GNL) mientras avanza el cambio energético mundial.

La segunda reserva de gas no convencional del mundo está a 3.000 metros de la superficie, atrapada en la roca llamada Vaca Muerta, en la Cuenca Neuquina, y en volúmenes suficientes como para responder a la demanda que tendrá la Argentina por los próximos 170 años. El avance de las energías verdes para contener los efectos del cambio climático le abren al GNL una ventana de unas pocas décadas, quizás medio siglo, lo que hace necesario acelerar la monetización de un recurso que hoy todos precisan.

La industria y el país aspiran a ser, en poco tiempo, exportadores netos de gas para los países de la región, como Brasil, Chile, Uruguay e incluso Bolivia, que no resuelve su problema de reservas, pero la magnitud de Vaca Muerta es tal que un real aprovechamiento impone trascender esta geografía y alcanzar los grandes mercados de Europa y Sudeste Asiático.

Hasta el desarrollo de la tecnología de gas natural licuado (GNL), el gas natural se transportaba exclusivamente a través de gasoductos, pero el cambio tecnológico posibilitó transformar el gas en líquido para facilitar su almacenamiento y transporte a mercados lejanos. Si bien el comercio a través de ductos seguirá siendo relevante, se prevé un crecimiento aún más significativo de la demanda de GNL en las próximas décadas.

El avance de las energías verdes le abren al gas de Vaca Muerta una ventana de unas pocas décadas, quizás medio siglo, lo que hace necesario acelerar la monetización de un recurso que hoy todos precisan.

Al respecto, la Agencia Internacional de Energía (IEA) estimó que el 77% del crecimiento del intercambio global de gas natural hacia 2040 se llevará a cabo vía GNL, con lo cual se espera que este pase a dominar los intercambios internacionales ya desde 2030.

Esto supone un cambio estructural del mercado de gas natural, el cual se ha vuelto cada vez más competitivo, producto de la atomización tanto de proveedores como consumidores, mientras que las innovaciones en las cadenas de suministro globales permitieron que incluso operaciones de GNL de pequeña escala sean actualmente competitivas con respecto a productos derivados del petróleo.

Para aprovechar esa ventana de oportunidad se necesita un nivel de inversiones nunca antes visto en la Argentina: tan sólo el proyecto que impulsa YPF con la malaya Petronas requerirá 50.000 millones de dólares durante toda su vida útil, estimada en 35 años.

Pero el rol clave que tendrá el gas como combustible de transición para la descarbonización de las economías y las matrices productivas hace viable encontrar ese financiamiento.

GNL
La construcción de una planta de licuefacción en la Argentina permitiría exportar el excedente de la producción de gas de Vaca Muerta.

Vaca Muerta compite con proyectos de otros países por recursos tecnológicos, financieros y por el acceso a los mercados. Si bien presenta una productividad comparable a otras cuencas, la distancia a los centros de consumo y el alto costo del capital atentan contra su competitividad.

Ese debate comienza a darse en el Congreso nacional, donde se analiza un marco regulatorio para promover la producción de GNL y resguardar esas inversiones.

«Otra Pampa Húmeda»

El entusiasmo alcanza a oficialistas y opositores que reconocen que el shale gas es “otra pampa húmeda sin riesgo climático”. Si se supone que el 50% de los recursos gasíferos de Vaca Muerta se desarrollarán durante las próximas tres décadas, eso implicaría un nivel de producción en torno a los 400 MMm3/d y excedentes de exportación de, al menos, 200 MMm3/d.

La comercialización de dichos excedentes en el mercado mundial, de acuerdo a un trabajo de Fundar, supondría un ingreso de divisas por aproximadamente 27.000 millones de dólares anuales, considerando un precio del GNL muy inferior al que se registró hasta hace pocas semanas. Esto representa la tercera parte de las exportaciones totales de bienes del país del último año.

El Régimen de Promoción del GNL abarca todos los proyectos que se encuentran en análisis por empresas locales y sus socias externas, y contempla la integración vertical del recurso. Es decir, desde la producción en las áreas de Vaca Muerta, hasta el tendido de gasoductos, la infraestructura de plantas de licuefacción y de puertos para la exportación sobre la Costa Atlántica.

El salto cuantitativo es por demás significativo. Tan sólo el megaproyecto YPF-Petronas permitirá a la petrolera nacional pasar de los 500 pozos actuales a los 2.500 al finalizar el proyecto, con una producción final estimada en 25 millones de toneladas al año para un mercado de 400 millones de toneladas actuales, pero con expectativas que hacia 2040 tenga una demanda de 700 millones de toneladas, lo que requerirá inversiones adicionales de todos los jugadores globales.

Pero Argentina, en particular, presenta una desventaja en términos logísticos por la distancia que debe saldar respecto a mercados relevantes como Estados Unidos, Qatar o Canadá, con un producto extremadamente competitivo en precios.

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Argentina busca convertirse en un exportador de GNL, abastecido por Vaca Muerta.

Todos estos proyectos se encuentran pausados a la espera de contar con los beneficios de una futura ley que les otorgue estabilidad fiscal para no sufrir la aplicación de nuevos tributos ni aumentos de alícuotas, libre disponibilidad de divisas y acceso al mercado de cambios para un porcentaje de los ingresos provenientes de las exportaciones.

También será necesaria la estabilidad regulatoria que permita contratos firmes en el largo plazo para el aprovisionamiento, transporte, separación, almacenamiento, logística y exportación, sin posibilidad de redireccionamiento.

Una vez que están dadas las condiciones, concretar un proyecto de esta envergadura demora entre 5 y 7 años. Los beneficios no se van a percibir ni en este Gobierno ni en el próximo, lo que constituye una oportunidad única para que todo el arco político trabaje en función de un objetivo común.

Es que el desarrollo de la producción gasífera será determinante para eliminar o, al menos, morigerar la restricción externa que afectó a la economía argentina a lo largo de las últimas décadas: las divisas aportadas por el sector permitirán equilibrar el sector externo y fomentar el crecimiento económico, tanto de manera directa por el desarrollo mismo del sector, como por la eliminación de la restricción externa.

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