Los anuncios de inversiones y de proyectos en Vaca Muerta florecen como pocas veces en la industria del Oil & Gas de la Argentina, incluso por sobre lo que haya vivido cualquier otro sector industrial. Son tiempos de optimismo en los que se deposita la expectativa de que finalmente se pueda empezar a hablar de realidades y no de un eterno potencial nunca realizado.
Y en ese sentido, la reciente celebración del Día del Petróleo dejó comentarios coincidentes en destacar que con mucho esfuerzo y venciendo dificultades como la pandemia, el cepo, la inflación, trabas para importar, falta de financiamiento y muchas más, la industria fue capaz de incorporar tecnología e ingeniería de punta, de aumentar la productividad y de bajar costos.
Así, en la actualidad la producción superó ampliamente los 700.000 barriles por día de petróleo y se encamina a su récord histórico para 2025, y en invierno se alcanzaron los 150 millones de m3 por día de gas.
Hoy la Argentina exporta nuevamente gas y petróleo, pero hay convicción de que las cifras actuales se pueden multiplicar de manera casi exponencial hacia finales de la década. Todo un desafío en un país en el que las cosas bien hechas siempre cuestan el doble.
Es que sin desmerecer, una comparación básica de la actividad local respecto de otras cuencas no convencionales similares en Estados Unidos, demuestran que en un tiempo menor aquel país pasó de ser el primer importador de gas y petróleo del mundo a ser el primer productor mundial de gas y de petróleo, una hazaña que merecer ser estudiada y emulada.
Con mucho esfuerzo y venciendo dificultades como la pandemia, el cepo, la inflación, trabas para importar, falta de financiamiento y muchas más, la industria fue capaz de incorporar tecnología e ingeniería de punta, de aumentar la productividad y de bajar costos.
Vaca Muerta, después de doce años de su primer desarrollo en la fundacional Loma Campana, debería estar produciendo entre 250 y 300 MMm3/d de gas y de 1 a 1,5 millones de barriles por día de crudo, de acuerdo a distintas estimaciones que recogió el Instituto Argentino de Gas y Petróleo (IAPG), una demora en el desarrollo intensivo que se da en medio de discusiones propias y ajenas.
El agravante de esa dilación en aprovechar las riquezas es que la Argentina tiene alrededor del 50% de su población debajo de la línea de pobreza, y una de las buenas herramientas de las que puede disponer el país es el desarrollo lo antes posible de nuestros recursos naturales.
Y es necesario remarcar “lo antes posible” porque si bien la demanda de gas y de petróleo va a durar por muchos años, va a ir siendo reemplazada paulatinamente por otros fuentes de energía.
Así es la carrera contra el reloj de la producción en Vaca Muerta
En ese desafío de un producción más eficiente y de menor intensidad de emisiones también aparecen con fuerza los temas de integración regional gasífera, y los proyectos de exportación vía Gas Natural Licuado que llevarían los ingresos de divisas a los 30.000 millones de dólares, lo que convierte de ahora en más a Vaca Muerta en un proyecto neto de exportación.
En ese tránsito, la industria afirma que la Argentina tiene primero que demostrar que es un proveedor de largo plazo confiable como país, porque la industria totalmente integrada cuenta con una extensa e importante cadena de valor, competitiva, sustentable y preparada para los desafíos más allá de que restan muchos temas a resolver.
Las estimaciones del sector señalan que Vaca Muerta puede llegar a admitir una perforación constante de unos 1000 pozos por año, adicionales a la actividad que se desarrolla en otras cuencas y en los campos maduros, para lo cual se requerirán inversiones que pueden llegar a valores superiores a los 20.000 millones de dólares al año.
Vaca Muerta, después de doce años de su primer desarrollo en la fundacional Loma Campana, debería estar produciendo entre 250 y 300 MMm3/d de gas y de 1 a 1,5 millones de barriles por día de crudo, una demora en el desarrollo intensivo que se da en medio de discusiones propias y ajenas.
Es que no solo habrá que perforar pozos, sino que habrá que atraer fabricantes y compañías de servicios y realizar importantes obras de infraestructura de tratamiento, transporte y exportación de gas y de petróleo, lo que a su vez genera una gran presión sobre la infraestructura que los gobiernos deberán atender, algo que los régimenes de incentivo pueden ayudar a resolver.
Los más memoriosos de la industria recuerdan, casi con nostalgia, que luego de la desregulación en los 90 y con condiciones razonables de mercado, la industria privada duplicó las redes de transporte y distribución de gas, llegó a récords aún no superados de producción, amplió y generó la infraestructura de transporte y exportación de petróleo y construyó la actual infraestructura de exportación de gas. Todo eso hay que revivir y superar.
Pero los nuevos tiempos no son eternos, en primer lugar por el avance de la transición energética que más allá de su ralentización en algunos sectores es inevitable, sino también porque proyectos de clase mundial como Vaca Muerta tienen amplia competencia en el mundo con yacimientos de alta productividad que pueden llegar a cubrir la demanda de las próximas décadas.
La industria es consciente que hay muchas oportunidades de inversión a nivel global, y a tono con ese desafío hay que ofrecer condiciones para competir con un desarrollo de los recursos intensivo, sostenido y sustentable en el tiempo, algo que se logra con previsibilidad, reglas claras y condiciones adecuadas de inversión y rentabilidad, sin tentaciones de corto plazo.