Realismo y pragmatismo parece ser el nuevo lema que están adoptando todos los líderes globales dedicados a definir el camino de la transición energética, que tiene como fin fundamental el proceso de descarbonización que permita la sostenibilidad ambiental de las próximas décadas para minimizar el impacto de la era moderna.

En ese actual escenario, la transición energética está adoptando un enfoque priorizando la adición de diversas fuentes de energía en lugar del reemplazo total de las existentes.

Esta perspectiva, impulsada por la necesidad de garantizar un suministro energético seguro y accesible, emerge como la nueva estrategia dominante en la industria, reflejando un entendimiento más profundo de las complejidades y los desafíos de este proceso transformador.

La visión de un portafolio energético diversificado reconoce que ninguna tecnología por sí sola puede satisfacer la creciente demanda global sin generar nuevas vulnerabilidades.

La historia de las transiciones energéticas, a lo largo de los siglos, demuestra que los cambios se producen de manera orgánica, impulsados por la competitividad y la innovación, no por voluntarismo e imposición.

Este enfoque promueve una transición energética más progresiva y sostenible, evitando interrupciones abruptas en el suministro y permitiendo una adaptación más fluida de los sistemas existentes.

El «Trilema Energético» —seguridad, asequibilidad y sostenibilidad— se vio profundamente afectado por la geopolítica y los conflictos bélicos, con la guerra en Ucrania como un claro catalizador de este cambio.

Este contexto reconfiguró drásticamente las prioridades, otorgando a la seguridad energética una relevancia gravitacional sin precedentes, y la lección aprendida es que la dependencia excesiva de una sola fuente o región puede tener consecuencias graves.

La paradoja actual

El panorama energético actual presenta una paradoja: a pesar de los récords de producción en energías solar y eólica en 2024, el petróleo y el carbón también experimentaron un aumento en su producción.

Este fenómeno no es casual; indica que el crecimiento de las energías renovables, aunque significativo y constante, aún no es suficiente para cubrir el aumento global del consumo energético.

Expertos de la industria han observado que las incorporaciones de renovables no llegan a captar ni siquiera el crecimiento del consumo mundial, que se estima en torno al 2,3% anual.

Esta realidad desarticula la noción simplista de una sustitución mágica de los hidrocarburos, y subraya la complejidad de la tarea que hay por delante.

AmCham, Energías Renovables, Chubut, Ignacio Torres, Genneia

En este panorama dinámico y desafiante, la adaptación y la resiliencia de los sistemas energéticos se vuelven cruciales. Los eventos climáticos extremos —inundaciones, sequías, olas de calor— son cada vez más frecuentes, intensos e inciertos, y sus costos, tanto económicos como sociales, aumentan exponencialmente.

La discusión ya no se centra en el origen de estos fenómenos, sino en la necesidad de fortalecer los sistemas energéticos para asegurar la continuidad social frente a estos riesgos físicos incontrastables.

Esto implica una convergencia de soluciones, donde las energías renovables y distribuidas, junto con tecnologías de almacenamiento (baterías, hidroeléctrica de bombeo) y la adaptación de infraestructuras existentes, aporten a la seguridad y estabilidad del suministro.

Un viraje pragmático

Un ejemplo de este recalcular hacia el pragmatismo es la Unión Europea. Tras el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania, y en un claro reconocimiento del impacto que la inestabilidad geopolítica tiene en el abastecimiento, lanzó su plan energético REPowerEU para ahorrar energía y mejorar la eficiencia energética, diversificar el suministro energético y acelerar la transición hacia una energía limpia.

Pero este nuevo diseño no se limitó a la promoción de renovables, sino que también integró el gas natural y la energía nuclear en sus matrices energéticas como alternativas realistas.

Esta acción subraya un cambio significativo: la transición no puede ser meramente sustitutiva, sino que debe ser aditiva, incorporando todas las soluciones viables para garantizar la estabilidad, al quedar en evidencia que ninguna fuente puede ser reemplazada de forma instantánea.

La necesidad de esta transición aditiva se magnifica al analizar las profundas asimetrías entre los países y regiones del mundo. Mientras que en algunas economías desarrolladas se avanza con la descarbonización a un ritmo acelerado, la realidad de naciones de Asia o de África, donde millones de personas carecen de acceso a la energía básica, exige un enfoque diferente.

Transición energética justa

Como se ha escuchado en foros de la industria de la energía, «hay regiones en el mundo cruzadas por la pobreza en las que no se puede dar el lujo de ser dogmático sobre el cambio climático y la transición energética».

Santa Cruz, Claudio Vidal, YPF, Áreas Maduras, CGC, Petróleo, Plan Andes

Esta declaración no es una negación del cambio climático, sino un llamado a la acción pragmática frente a la realidad de la pobreza energética.

Se estima que entre mil y dos mil millones de personas en el mundo no tienen acceso a la energía, una cifra alarmante en una población global de 7.300 millones. Gran parte de esta población reside en el sur de Asia y África, pero la problemática es también cercana en los países de América Latina.

Para estas comunidades, el acceso a la energía no es una cuestión de elección entre fuentes, sino una necesidad existencial vinculada al bienestar, la salud y el futuro. Esto resalta la necesidad de una transición justa, que incorpore a todas las poblaciones, reconociendo sus diversidades y contextos.

Asi, la adición gradual de fuentes renovables, junto con el aprovechamiento de recursos locales y la infraestructura existente, ayuda a minimizar el impacto en las comunidades y sectores laborales vinculados a los combustibles fósiles, facilitando una transición energética más equitativa y evitando que ciertas comunidades o sectores se vean perjudicados por otra visión del resto del mundo.

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