El uso como insumo de la construcción es el más reconocido, pero la cal participa de industrias como la siderurgia, minería, papeles y hasta el tratamiento de agua. En Europa, remarcan que atrapa parte del dióxido de carbono, aportando a la reducción del calentamiento global.

La producción de cal en Argentina es un sector que genera divisas, que es clave dentro de múltiples cadenas industriales y que se da de forma industrial desde hace más de 100 años en varias provincias. Ahora podría convertirse también en una oportunidad para cumplir los objetivos vinculados al cambio climático.

Esto puede parecer contraintuitivo, ya que el proceso más importante para producir cal es calcinarla a más de 900 grados, lo que emite dióxido de carbono. Pero a la vez, este material funciona como un sumidero de este gas, esto quiere decir que una vez que se lo está utilizando absorbe y neutraliza parte de lo que se produjo en su producción.

La industria calera en Argentina está desarrollada en su mayoría por pymes y un puñado de empresas de capitales nacionales o de la región latinoamericana.

Esta capacidad, sumado a que hoy no existe un reemplazo económico y que se encuentre tan fácil para este subproducto mineral, lo puso en el foco de la Unión Europea. En 2023 publicaron un informe sobre cómo puede computar de forma positiva este material en los cálculos de impacto climático.

Si bien el viejo continente tiene su propia producción caliza y cal hidratada, Argentina tiene sus propios yacimientos abundantes y de buena calidad y proyectos mineros. Es exportador a países cercanos, en especial para la minería del cobre de Chile.

A la vez, empezar a ver el rol de este insumo en el ciclo del dióxido de carbono, le permitirá aumentar en competitividad, tanto de la producción calera como de todos los bienes que se hacen con ella.

Producción de cal: la tecnificación en el centro de la escena

El origen de este insumo es un mineral llamado calicita, conocido también como piedra caliza. Es abundante, existe en prácticamente todas las regiones del país, desde Buenos Aires a Jujuy, pasando por el principal productor hoy del país, San Juan.

En su estado natural es una roca blanca y semi transparente, se parece al cuarzo a simple vista, pero es mucho más blando y se puede raspar con el filo de un cuchillo. Se extrae de canteras a cielo abierto, a través de explosiones y luego se traslada y pasa a molienda si es necesario.

En su estado natural la calcita es estable y no reacciona fácilmente con el agua como si lo hacen sus dos subproductos, la cal viva y la cal hidratada. Por eso, el primer paso para poder darle uso es quitarle esa estabilidad que tiene en la naturaleza.

Esto se logra quemándola a más 900 grados, lo que descompone la roca en dióxido de carbono y lo que se conoce como cal viva, que es un óxido de calcio.

En este punto es cuando la tecnología cambia por completo la ecuación. Hay hornos de cal en el país que tienen más de 400 años, que descubrieron arqueólogos en Córdoba. Si bien el proceso que se hace hoy es el mismo, existen métodos mucho más modernos que hacen del proceso de calcinación más eficiente, menos contaminante y menos peligroso.

Hasta hace unos años, la mayor parte de la producción de cal se hacía con lo que se conoce como hornos criollos, que usaban derivados del carbón para quemar el mineral.

Algunos productores siguen utilizándolos, pero las industrias más tecnificadas están optando por los hornos de flujo paralelo regenerativo (PFR).

Estos utilizan tanto carbón como gas, trabajan dos ciclos de quemado, que cuando uno inicia utiliza el calor generado por el anterior. Esto implica un ahorro en el combustible utilizado.

Además, la cal que producen es de mayor calidad y las emisiones de gases al aire son menores, porque una parte es lo que utilizan para transferir la temperatura.

Los hornos son importados, cuestan más de 10 millones de dólares y crecen entre las empresas que exportan su producción, ya que el nivel de pureza de este sistema es el que requieren, por ejemplo, los proyectos mineros de cobre.

Los hornos de última tecnología son importados desde Europa y permite producir mejor cal, consumiendo menos gas.

Pero el proceso de la cal no termina con la calcinación. Luego de convertir la calcita en óxido de calcio, falta convertirla en cal hidratada, el producto que en general se vende para construcción y a granel para procesos industriales.

Lo que hacen es agregar agua a la cal viva, que reacciona y agrega hidrógeno a su composición. Esto se hace en bateas especiales, con muchos controles, ya que es un proceso que tiene sus riesgos.

Que todos estos pasos se hagan con más tecnología e incluso con fuentes de energía más modernas, como el gas o incluso electricidad de origen renovable, hacen que este insumo mineral sea cada vez más amigable con el ambiente. A esto se suma otra ventaja: su potencial para absorber carbono del ambiente.

La forma de comercialización más común es en bolsas de hidróxido de calcio, también conocida como cal hidratada. El principal usuario en el país es la construcción.

La cal, un sumidero de carbono en todas las industrias

En noviembre de 2023 la Unión Europea lanzó un estudio en el que demuestran el potencial de la cal para neutralizar dióxido de carbono de la atmósfera. Esto significa que su balance en la emisión de gases de efecto invernadero es más positivo de lo que se pensaba.

Esto se da cuando en su uso la cal hidratada vuelve a adquirir las moléculas de carbono que perdió en la calcinación y se convierte otra vez en carbonato de calcio. Se produce cuando, por ejemplo, utilizan este insumo para balancear la acidez del agua potable, proceso en el que revierte el 100% de sus emisiones.

Pero también, calcularon que la siderurgia, industria que usa cal para producir aceros más duros, reabsorbe entre un 12 y un 26% del carbono que emitió al ser industrializada. En el caso de la industria del papel, este proceso mitiga entre el 93 y el 100% de las emisiones.

En la construcción, que es el principal uso dentro de Argentina para la cal, el porcentaje de captación es de entre un 22 y 23%, algo que se produce durante toda la vida útil de la mezcla con cemento: los edificios logran durante años captar carbono de la atmósfera.

La cal viva también se comercializa a granel, para usos industriales.

Estos descubrimientos implican que la cal es un aliado en el largo plazo, ya que si bien hay una fuerte emisión durante su producción, es un sumidero natural de dióxido de carbono. A la vez, es parte de las dos industrias mineras más importantes para la transición energética: el litio y el cobre.

Hoy en día la industria calera también está comenzando a ajustarse a los objetivos climáticos en su producción. Hay canteras en San Juan, Jujuy, Córdoba y Buenos Aires.

La primera provincia es la principal exportadora, explicando el 98% de los dólares vendidos en 2023 y durante el último año amplió sus hornos PFR de 10 a 13.

A su vez, las empresas están empezando a invertir en generación fotovoltaica para disminuir su huella de carbono y organizan planes de reforestación, para compensar con otro sumidero natural como son los árboles, a los objetivos internacionales de neutralidad de emisiones.

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