Argentina experimentó en los primeros días de julio una cruda lección sobre la vulnerabilidad de su infraestructura energética. La ola de frío polar que azotó el país no solo trajo consigo temperaturas inéditas en más de 30 años, sino también una serie de cortes de suministro eléctrico y de gas que dejaron a miles de usuarios en problemas y alteraron la actividad productiva.

Estos incidentes, lejos de ser sólo contingencias climáticas, subrayan la necesidad de repensar y actuar en un concepto hoy clave en el mundo: la seguridad energética, lo que va mas allá del viejo concepto de autoabastecimiento y se enfoca en la idea mucho más amplia de garantizar un suministro confiable, asequible y sostenible de energía.

El problema no fue solo la falta de infraestructura con obras demoradas y paralizadas en distintos proyectos que se vienen dando a conocer de manera tan cotidiana como el pronóstico del tiempo y que se cobraron su precio, sino que también hubo menos inyección desde bloques productores muy importantes de Vaca Muerta y fallaron algunos puntos clave del sistema que complicaron aún más el escenario climático.

En ese contexto, en el sector energético se viene discutiendo sobre un concepto fundamental que es el de Reserva de Capacidad, es decir la posibilidad de un sistema de generación adicional que esté disponible para hacer frente a picos de demanda o fallas inesperadas en la red, sea de gas o de electricidad.

Es como tener un plan de respaldo para asegurar que siempre haya suficiente energía para todos, incluso cuando algo sale mal como en los últimos días.

En lo teórico es fácil lograr entendimiento, pero en la práctica cada sector puede priorizar una solución distinta.

En todos los casos la inversión es seguramente millonaria, pero lo que menos cuesta y mas rinde es la planificación de largo plazo, pensar en un plan energético plurianual que entre muchas variables responda cómo se quieren manejar las crisis, qué costo se está dispuesto a arriesgar y cuánto se puede invertir en soluciones.

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Ampliar la infeaestructura es clave para hacer frente a los picos de demanda

Así se puede discutir desde la conveniencia de construir grandes reservorios de gas natural para inyectar al sistema cerca de los grandes centros urbanos cuando la demanda se dispara unos pocos días al año, seguir sumando mayor capacidad en los gasoductos para incrementar el suministro de base, repensar -aunque sea políticamente incorrecto- en un segundo barco regasificador en Bahía Blanca, hasta la opción más estructural de diversificar las fuentes de abastecimiento.

¿Qué implica pensar en la seguridad energética?

En todas las alternativas que se puedan analizar para lograr la seguridad energética hace falta inversión, y mucha. Algo que faltó en los últimos años para fortalecer la infraestructura que permitiera este invierno no llegar al nivel de cortes inédito que se registró en algunas regiones del país.

La red eléctrica, por ejemplo, adolece de una falta de ampliación y modernización que la pusieron en riesgo de colapso los últimos veranos y nada va a cambiar para los próximos dos años, por los tiempos que cualquier obra estructural demanda.

De igual modo, la capacidad de transporte y distribución de gas natural, si bien ha crecido en los últimos años, aún presenta cuellos de botella que se evidencian en momentos de consumo máximo.

Así, trabajar en la seguridad energética implica adoptar una visión estratégica que abarque múltiples frentes:

Diversificación de la matriz: Depender excesivamente de una única fuente, como el gas natural en el invierno, genera vulnerabilidad. Es fundamental impulsar el desarrollo de energías renovables ampliamente disponibles como solar, eólica, hidráulica, que complementen y diversifiquen el suministro para sacar presión a la demanda del hidrocarburo.

Inversión en infraestructura: Se requiere un plan de inversiones a largo plazo para modernizar y expandir las redes de transmisión y distribución eléctrica, así como para optimizar la infraestructura gasífera. Esto incluye mantenimiento preventivo, nuevas líneas, subestaciones y plantas de regasificación, si fuera necesario.

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La red eléctrica requiere fuertes inversiones de modernización.

Eficiencia energética: Promover el uso racional y eficiente de la energía en hogares, industrias y edificios públicos es clave para reducir la demanda en momentos críticos y disminuir la presión sobre el sistema.

Almacenamiento y flexibilidad: Desarrollar sistemas de almacenamiento de energía, como baterías a gran escala o plantas de peak shaving que permitan brindar mayor flexibilidad y respaldo en situaciones de alta demanda o interrupciones.

Planificación estratégica: Elaborar planes de contingencia robustos y flexibles que permitan enfrentar las distintas alternatias que cuestionen el sistema con la respuesta más eficiente y económica, garantizando la continuidad del suministro en situaciones adversas.

Así, la reciente ola de frío es también una oportunidad para que Argentina aborde de manera integral su política energética. No se trata solo de responder a la emergencia, sino de construir un sistema energético robusto, resiliente y sostenible que garantice el bienestar y el desarrollo de su economía.

La seguridad energética se esta convirtiendo globalmente en un derecho del siglo XXI.

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