La obra está en un 80%, pero el Gobierno decidió ponerla en pausa. Fue planificada para fabricar combustible destinado a las centrales nucleares del país. La inauguración estaba prevista para este 2024.
El Gobierno detuvo temporalmente las obras de la planta de Dioxitek, una empresa estatal en Formosa dedicada a la purificación de uranio, un mineral esencial para la generación de energía nuclear que, además, en el contexto de la transición hacia fuentes más limpias moviliza nuevas inversiones privadas en el país.
Julio Aráoz, ex jefe de la empresa y actual ministro de Cultura y Educación de Formosa, aseguró que la planta estaba construida en un 80% y próxima a funcionar.
Esta instalación fue proyectada para purificar mineral de uranio, utilizado para fabricar elementos combustibles que alimentan a las tres centrales nucleares de Argentina: la de Embalse y Atucha I y II.
Además, hay otra planta en Córdoba que realiza un proceso similar.
Desde Formosa sostienen que la decisión de paralizar el proyecto podría comprometer el suministro de materiales críticos para generar entre el 7% y el 10% de la electricidad del país.
El ministro formoseño advirtió que esta decisión podría comprometer el suministro de materiales críticos para generar entre el 7% y el 10% de la energía del país.
«La planta tenía como objetivo mejorar nuestra capacidad para proporcionar energía limpia y confiable con una tecnología única en el país y una de las pocas en Sudamérica, representando una gran innovación», explicó el funcionario de la administración del gobernador Guido Insfrán.
También destacó que «todos los procesos serían totalmente digitalizados, con operaciones automatizadas y controladas digitalmente».
Una obra con vaivenes
El proyecto, iniciado en 2014, ya había enfrentado una paralización de 20 meses durante la administración de Mauricio Macri.
Sin embargo, el gobierno de Alberto Fernández reactivó los trabajos, impulsándolos a tal punto que se esperaba su posible inauguración este año. A pesar del significativo progreso, la situación ha vuelto a cambiar drásticamente.
Formosa vio una oportunidad de la necesidad de esta obra y comenzó a planificar una planta con suficiente capacidad para abastecer a las tres centrales nucleares argentinas y a los seis reactores de investigación.
El diseño inicial contemplaba dos líneas de producción de 400 toneladas de uranio, pero finalmente se optó por una línea de 230 toneladas, un avance considerable respecto a las 170 toneladas producidas en Alta Córdoba.
Se decidió también que la planta se ubicara cerca de la frontera con Paraguay, a unos 16 kilómetros de la capital de Formosa, y estuviera equipada con la tecnología más avanzada disponible en el mercado mundial.
En el proceso, el «concentrado de uranio» (U3O8) se disuelve en ácido nítrico y agua oxigenada, se purifica, evapora, precipita con amoníaco y dióxido de carbono, y finalmente se calienta en un horno para obtener «polvo de dióxido de uranio» (UO2).
Este polvo se homogeneiza, evalúa y se envía para la fabricación de componentes de combustible nuclear.
La energía nuclear y el ajuste del gasto público
La energía nuclear, que tiene a la Argentina entre los principales pioneros y productores, es considerada energía verde y limpia, aunque no sea renovable, ya que necesita una clase de combustibles muy concretos: átomos pesados e inestables, como el uranio que, si bien se halla en la naturaleza, no puede regenerarse por sí solo.
Fabián Ruocco, Director Ejecutivo del Centro de Desarrollo y Asistencia Tecnológica (CEDyAT) explica que “su capacidad de generación garantiza abastecimiento eléctrico permanente – ajena a las condiciones meteorológicas de las que dependen del sol y del viento-, y no libera gases tóxicos ni emisiones contaminantes”.
Si bien muchos proyectos fueron paralizados tras el accidente de la central japonesa de Fukuyima, la guerra entre Ucrania y Rusia y la necesidad de diversos países europeos de buscar el autoabastecimiento ahora reimpulsa al sector.
Pero las políticas de ajuste del gasto público también llegaron al sector nuclear, y el desfinanciamiento consecuente de obras en marcha amenaza con frenar proyectos clave como el reactor modular CAREM, en la localidad bonaerense de Lima, y el reactor multipropósito RA-10 que está ubicado en Ezeiza, ambos únicos en América Latina.
También hay dudas respecto a cómo avanzarán proyectos tan disímiles y vitales como la recuperación de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) para abastecer los reactores nucleares nacionales, o la finalización del Centro de Protonterapia para el tratamiento de enfermedades oncológicas pediátricas, otra obra muy avanzada, en este caso en la Ciudad de Buenos Aires.