El país trasandino se presenta como el mercado ideal para las ventas de gas durante los próximos años. Infraestructura habilitada y necesidades complementarias fortalecen el crecimiento de los envíos que tendrían su pico hasta el 2030.
Argentina apuesta a exportar el enorme potencial de gas que tiene en Vaca Muerta por la vía del Gas Natural Licuado (GNL). Mientras se desarrolla la infraestructura necesaria –hoy todavía en evaluación sobre la mejor ubicación portuaria y forma de transportar el gas hasta ese destino (que podría ser Bahía Blanca o en algún punto de Río Negro), las ventas actuales a países vecinos como Chile –y todavía más atractivo, Brasil– por gasoductos asoma como el escenario más concreto para los próximos años.
En 2023 la Argentina volvió a exportar gas a Chile después de 17 años de haber interrumpido el suministro y de haber generado una crisis energética en el país trasandino que explica los resabios de desconfianza aún vigentes.
El mercado chileno es el horizonte inmediato al cual ya miran empresas que operan en la Cuenca Neuquina como YPF, Total, PAE, Vista, Pampa o Tecpetrol, que encontraron esa salida a la creciente producción ante las limitaciones de transporte que aún se pueden observar para abastecer plenamente al mercado interno, y por la disponibilidad de infraestructura a lo largo de toda la cordillera.
Un aspecto central en la ecuación es que la demanda del país vecino seguiría creciendo hasta 2030. Para ese año, Argentina ya debería tener completada su infraestructura de GNL, con lo cual empalmaría con otros destinos de exportación para su gas.
La demanda por parte de Chile tiene dos ejes: por un lado, la competencia de precios frente a otras opciones más caras, como el GNL, y por el otro la volatilidad del valor de la biomasa (leña), que sigue siendo uno de los insumos más utilizados en el segmento residencial (que representa el 44% del total).
La infraestructura construida décadas atrás, que quedó sin uso cuando Argentina perdió su capacidad exportadora –generando un fuerte rojo en su balanza energética y fiscal- permite una conexión rápida y a bajo costo, por lo que no hacen falta grandes obras para su puesta en funcionamiento.
A pesar de que su consumo ha mostrado una tendencia creciente a lo largo de las últimas décadas, la penetración del gas natural en la matriz chilena todavía es muy baja y podría crecer significativamente, representando actualmente apenas el 10% del consumo energético total (2,3 MMm3/d en 2022), y apenas el 9% del consumo industrial.
Un dato no menor en el vínculo comercial bilateral: las exportaciones de gas ya son el principal producto que Argentina exporta a Chile, con ventas que en 2023 (último dato disponible) superaron los 600 millones de dólares.
Un paso más adelante recién podrá verse el atractivo mercado brasileño, en particular los cordones industriales de Porto Alegre y San Pablo, adonde todavía no está clara la estrategia más adecuada para llegar. Podría ser por los ductos bolivianos que comienzan a vaciarse de gas propio, por la construcción de gasoductos binacionales, o también a través del muy flexible y eficiente GNL.
La matriz chilena
En el marco del plan de descarbonización anunciado por el gobierno de Chile, se espera que en los próximos años salgan de operación las plantas a carbón que continúan generando energía. En este contexto, las proyecciones a 2030 prevén un crecimiento de la demanda de gas natural para usinas térmicas como respaldo al aumento de la potencia renovable.
De acuerdo a un detallado informe de la consultora sectorial Economía & Energía, a pesar de tener una baja producción local, el gas natural posee un rol relevante en la oferta primaria de energía de Chile y el consumo local es abastecido mediante importaciones de GNL y de gas natural desde Argentina, las que ascendieron a 8 MMm3/d y 9 MMm3/d en 2023, respectivamente, representando el 82% de la oferta de gas natural.
El principal uso del gas natural en Chile es la generación de energía eléctrica, sector que representó en 2022 el 56% del consumo total de gas natural. Asimismo, más de un cuarto de la utilización de gas natural tiene como destino la producción de metanol y otros procesos industriales, principalmente cobre y papel y celulosa.
En los últimos años Chile incentivó fuertemente la instalación de potencia renovable para la generación de energía eléctrica, alcanzando en la actualidad los 18 GW instalados y representando el 39% de la generación eléctrica total, lo que permitió reducir la oferta térmica a carbón, que pasó de representar el 39% de la generación eléctrica en la década del 2010 a un promedio del 27% desde 2020, alcanzando el 17% en el último año, de acuerdo a la misma consultora.
Exportar, exportar, exportar
Mientras Chile piensa en el gas argentino para bajar sus emisiones y tener una matriz energética más limpia, en nuestro país las empresas productoras –concentradas en Vaca Muerta– buscan la forma de utilizar todo el potencial que el gas de la región ofrece.
Chile y Argentina cuentan con una importante interconexión a través de gasoductos de exportación que conectan las distintas regiones del país con una capacidad total de 46,7 MMm3/d, aunque posee un bajo nivel de utilización que alcanzó el año pasado un promedio del 20%.
Con un mercado argentino prácticamente autoabastecido y en el marco de un plan nacional que apunta a mejorar la rentabilidad de las empresas y atraer nuevas inversiones, la búsqueda de nuevos mercados es el gran objetivo en el que convergen funcionarios y hombres de negocios.
Por eso, mientras se debate y se negocia con Brasil, el país más grande y de mayor consumo energético de la región, Chile representa una opción más simple de alcanzar.
La infraestructura construida décadas atrás, que quedó sin uso cuando Argentina perdió su capacidad exportadora –generando un fuerte rojo en su balanza energética y fiscal- permite una conexión rápida y a bajo costo, por lo que no hacen falta grandes obras para su puesta en funcionamiento.
Por eso, el país vecino es una gran oportunidad para seguir dando uso al gas que se genera en Vaca Muerta y generar así nuevos ingresos que permitan avanzar en los distintos proyectos exportadores.
En ese marco, Argentina todavía busca la mejor opción para el proyecto de GNL. Según informaron fuentes del sector, las distintas empresas habrían desistido de sus planes particulares para unirse y compartir un gran gasoducto –con cuotas de uso según su capacidad productiva- que las conecte con el puerto a construir donde el gas será procesado y listo para exportar por vía marítima.
En esa misma línea, las obras que pusieron nuevamente en funcionamiento el oleoducto trasandino (OTASA) permitieron que Argentina pase de enviar al otro lado de la cordillera de un promedio de 41 mil barriles diarios a los actuales 52 mil.
Además, la empresa energética chilena pidió incrementar esa cifra a 70.000 barriles desde julio de este año, todavía lejos del máximo de 109 mil barriles diarios que permite el oleoducto.
Los múltiples caminos del gas a Chile
Chile y Argentina cuentan con una importante interconexión a través de gasoductos de exportación que conectan las distintas regiones del país con una capacidad total de 46,7 MMm3/d, aunque posee un bajo nivel de utilización que alcanzó el año pasado un promedio del 20%.
Los 5 gasoductos de vinculación binacional son:
- El complejo Atacama (8,5 mmm3/d) que se vincula desde la provincia de Jujuy
2. Norandino (7,1 mmm3/d), en Salta
3. GasAndes (10,8 mmm3/d) en Mendoza
4. Pacífico (12,5 mmm3/d) en Neuquén
5. Methanex (8,4 mmm3/d) en el extremo sur.
El desarrollo del sector gasífero en Chile estuvo íntimamente ligado a la exportación del gas natural proveniente de Argentina entre 1998 y 2004, cuando se construyeron los gasoductos conectando ambos países.
Posteriormente, el cierre de las exportaciones generó la demanda del GNL para lo cual en 2009 entró en operación la terminal Quintero, mientras que la terminal de Mejillones comenzó a operar en 2010, con un total de regasificación de 20,5 MMm3/d y una utilización promedio 2023 de 40%.
Pese a los volúmenes incrementales de importación, el consumo de gas natural en Chile continúa siendo reducido (335 m3/d per cápita en 2022, mientras que en Argentina se consumen 886 m3/d per cápita).
Gas o leña: cuestión de precio
De acuerdo a las proyecciones de Wood Mackenzie, durante la corriente década la generación eléctrica a gas natural mantendría su tendencia creciente, en la medida en la que se avanza con el retiro de las unidades a carbón. A partir de 2030, el despacho del parque térmico a gas natural tendería a decrecer, en tanto la generación renovable continúa incrementando su incidencia.
Aún con el incremento del precio de exportación desde Argentina, en el marco del crecimiento de las cotizaciones internacionales, el valor de las importaciones de gas natural resultó inferior al de las importaciones de GNL y carbón.
El carbón utilizado en generación térmica es importado, en consecuencia, el costo de generación con dicho combustible se ha visto afectado por las fluctuaciones en las cotizaciones internacionales, sobre todo a lo largo de los últimos años.
En el caso del GNL, Chile posee contratos de abastecimiento de largo plazo que se encuentran vinculados al valor del Brent, por lo que se sitúan por debajo de los precios en los mercados europeos o asiáticos.
La terminal de Quintero posee contratos de provisión de GNL hasta el año 2030 con Shell por 3 MTPA (12 MMm3/d de gas natural) bajo cláusulas take or pay. Mientras que la terminal de Mejillones posee contrato con Total hasta 2033 por 0,47 MTPA (1,7 MMm3/d de gas natural).
A lo largo de los últimos años, se importaron volúmenes inferiores a los contractualizados, ya que en la medida que el gas natural proveniente de Argentina resulta inferior al del GNL, tanto los consumidores chilenos como los proveedores internacionales tienen incentivos a utilizar menos GNL, ya que estos últimos pueden destinar los volúmenes no demandados por las terminales chilenas a mercados con precios más elevados.