Tras un proceso de magnitudes colosales que se había mantenido en secreto, el 18 de noviembre de 1982 Argentina anunció que había logrado enriquecer uranio.
El 18 de noviembre de 1983, 22 días antes de que Raúl Alfonsín asumiera la Presidencia en el retorno de la democracia, «nació» la energía nuclear en Argentina. Ese día, el país anunciaba al mundo que había logtrado enriquecer uranio y de esa forma completar el ciclo del combustible nuclear en el país.
Lo hizo a través de un proyecto secreto de magnitudes colosales llevado a cabo en Pilcaniyeu, a 60 kilómetros de Bariloche, que acercaba a la Nación a la soberanía en el ámbito energético y le abría las puertas al selecto «club de países» que dominaban esta tecnología sensible.
Reconocido como uno de los desarrollos tecnológicos más importantes de la historia nacional, el hito logrado por los técnicos y científicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) e Invap, pese a las restricciones y presiones internacionales de las potencias nucleares, no sólo cimentó el camino para que el país avanzara en la exportación de reactores nucleares sino que tuvo efecto multiplicador sobre otros sectores y contribuyó en la creación de un ecosistema capaz de fabricar satélites, radares y otro tipo de tecnologías de punta.
El programa de enriquecimiento de uranio se puso en marcha en 1978, a propuesta de un grupo de científicos de CNEA e Invap (creada en 1976) que tuvo recepción en Carlos Castro Madero, un egresado en física nuclear del Instituto Balseiro que estaba al frente de la Comisión.
El Reactor Argentino N° 6 (RA-6) fue el primer desarrollo tecnológico de su tipo diseñado en nuestro país y construido en el corazón del Centro Atómico Bariloche.
Conrado Varotto, quien dirigió el Invap desde su creación, en 1976, hasta 1991, y fue el responsable del proyecto de enriquecimiento recordó que este proceso tuvo múltiples desafíos. «Desde el punto de vista técnico fue un desafío doble, porque no fue el hecho en sí de desarrollar la tecnología, sino que además había dentro de la CNEA el convencimiento de que no era una tecnología que la Argentina pudiera alcanzar».
Pero había varias razones que justificaban el intento: «La principal era que Argentina estaba entrando en el mercado de los reactores tanto de investigación como de radiación, que usan uranio enriquecido. Y había que dar confianza: si se proveían ese tipo de reactores, había que poder garantizar el suministro de combustible. Eso hizo que nos convenciéramos de que si queríamos entrar en ese mercado, teníamos que tener eso», destacó.
En 1978 Invap comenzó la construcción del reactor de investigación RA-6 en el Centro Atómico de Bariloche, y realizó su primera exportación de este tipo a Perú, país al que vendió el reactor RP-0.
El desafío principal, recordó Varotto, fue «la tecnología en sí. Para desarrollar la tecnología de enriquecimiento de uranio había que tener 19 tecnologías previas, que nadie las entregaba. No solamente eran muy complicadas de desarrollar, sino que además el hecho de ni siquiera poder tener acceso a la literatura pública para no despertar sospechas fue más complejo todavía».
Así, en estricto secreto, comenzó la titánica tarea de llevar adelante «todo lo que había que hacer para fabricar todos los componentes para enriquecer el uranio», explicó Juan Esteban Bergallo, ingeniero nuclear, investigador y docente del Instituto Balseiro, y miembro de la Gerencia del Complejo Tecnológico Pilcaniyeu.
«Se construyeron diez fábricas para elaborar cada uno de los componentes que forman parte de la planta de enriquecimiento. Se armó un complejo industrial importante con fábricas de muchas y muy distintas especialidades, trabajando todas juntas para montar esas plantas industriales que durante algún tiempo deben haber sido de las más grandes del país», sostuvo.
Para Varotto el legado de este proyecto es la evidencia de «lo que pueden hacer los argentinos cuando se ponen de acuerdo: cuando se tiene claridad de objetivos y continuidad de las acciones, se llega a dónde se quiere».
Cómo es el RA-6, un hito de la energía nuclear en Argentina
El Reactor Argentino N° 6 (RA-6) fue el primer desarrollo tecnológico de su tipo diseñado en nuestro país y construido en el corazón del Centro Atómico Bariloche, donde las múltiples capacidades con las que fue concebido aún fortalecen la formación de los técnicos y científicos que se forman allí además de ofrecer una variedad de herramientas a grupos de investigación en distintos campos.
El RA-6 fue diseñado y construido íntegramente por Argentina e inaugurado en octubre de 1982; originalmente fue propuesto como una herramienta de enseñanza y entrenamiento para apoyar la carrera de Ingeniería Nuclear en el Instituto Balseiro, pero a lo largo de su vida, otros usos y aplicaciones se fueron agregando a este Reactor.
Durante los años 2007 y 2009 y en el marco de la iniciativa Global Threat Reduction, se llevó a cabo la conversión y modernización del núcleo del reactor a bajo enriquecimiento, lo que permitió aumentar la potencia térmica del Reactor y optimizar sus aplicaciones, mejorar el flujo neutrónico en el núcleo y en las instalaciones de irradiación.
El RA-6 cuenta con un Laboratorio de Análisis por Activación Neutrónica (LAAN) que se desarrolla aplicaciones de técnicas nucleares en estudios del medio ambiente como el impacto de la contaminación con metales pesados en ecosistemas acuáticos marinos y terrestres, analizando concentraciones de elementos como el mercurio, la plata, el selenio o el cadmio en muestras de mamíferos marinos, peces, plancton y sedimentos.
Este reactor también permite realizar neutrografías, una técnica no destructiva que utiliza los neutrones para generar imágenes del interior de diversos objetos, que no se podrían visualizar a través de radiografías con rayos X; esto permite aplicaciones en campos tan diversos como tecnología del almacenamiento de hidrógeno, fabricación de dispositivos industriales y el estudio del origen de fósiles y piezas arqueológicas, entre muchas otras.