Menos llamativo que los dos metales estrella de la reconversión energética, está presente en todos los procesos. Por cada tonelada de litio o cobre, hacen falta cuatro de cal. Cómo está el segmento en la Argentina.
Por Carolina Putelli, desde San Juan
La minería es la industria estrella para transicionar a las energías renovables y esto puso en el centro de la escena al litio y el cobre como los metales que marcarán el futuro. Pero la extracción y concentración de ambos depende de procesos industriales y en los dos casos hay un factor común: la cal es el insumo mineral clave en su producción.
En promedio, son necesarias hasta 4 toneladas de cal para producir una tonelada de litio o de cobre. También se utiliza en la siderurgia, la industria alimentaria, plásticos, otras producciones minerales y la construcción, que hoy es el principal comprador.
Lo que se conoce como cal viva es el óxido de calcio, un subproducto de su origen mineral, las calizas o dolomías. Se obtiene luego de calcinar estos minerales a más de 900 °C en hornos, algunos modernos y otros tradicionales, y se explota principalmente en Buenos Aires, Córdoba y San Juan.
La principal característica de las cales es que son muy reactivas, generan una variedad de efectos según el medio. Y por eso se adaptan a distintos procesos. A la versatilidad natural de este insumo se suma que es abundante y de fácil extracción.
La cal y el litio
En la industria del litio, por ejemplo, la cal se usa para separar el metal de las baterías de otros que se encuentran en la misma salmuera. Cuando en la explotación por salares, que es la más utilizada en el país, la sal se disuelve en el agua, no lo hace solo la del litio. En la solución están presentes otras combinaciones con magnesio, potasio o sodio que al entrar en contacto con el óxido de calcio se separan del litio y es más fácil extraer solo este último.
Raúl Cabanay, vicepresidente de la Cámara de Minería de San Juan, provincia que es la principal productora de cal nivel industrial, aseguró que ya se sintió el aumento de la demanda por el litio. “Nos está demandando más y este año pudo compensar la caída de la construcción”, aseguró.
Esto tiene un correlato con las estadísticas publicadas recientemente por el Indec. La producción de calizas y dolomitas creció en todo el país un 5,8% interanual a mayo, siendo la segunda de mayor incremento del sector no metalífero, luego de las arcillas y a pesar de la caída en la construcción en todo el país.
En los próximos 5 o 10 años la demanda aumentaría y sería de alrededor de 500 o 600 mil toneladas mensuales. Esto implica una inversión fuerte, porque en la actualidad la producción es acorde a la demanda, pero si esta crece, es el proceso industrial el que pone en jaque la oferta de cal.
Por eso la llegada de los proyectos de cobre es una ilusión y también un desafío, porque deberán a apostar por una fuerte tecnificación e inversión. Según Cabanay, solo el proyecto Josemaría, que está en fase de preconstrución, requerirá de 8.000 toneladas de cal mensuales cuando esté operativa.
La cal y el cobre
En la industria del cobre, el rol de la cal es la de alcalinizar el agua en el que se hace el proceso de flotación. La extracción del metal se hace primero moliendo la roca hasta que queda como un polo fino como el talco. A esto se lo mezcla con agua y luego se le hace circular aire para que se formen burbujas. Lo que flota es el cobre, que así es recuperado.
Pero todo este proceso físico se puede ver afectado si el medio es muy ácido. Se necesita un pH a veces superior a 10. La roca de la cordillera argentina presenta en algunas zonas niveles de acidez altos, en ocasiones por debajo de los 4. La cal es entonces el material más barato para solucionar este problema y se agrega en el barro antes de la flotación, permitiendo extraer el metal rojo.
De la minería antigua a los hornos verticales
El óxido de calcio se extrae en el país desde la llegada de las misiones jesuitas en la época de las colonias españolas. Es de la minería más antigua y todavía hay lugares donde se utilizan hornos criollos o tradicionales y se hace extracción de forma artesanal.
Si bien estos procesos son reconocidos como parte del desarrollo de comunidades, a la hora de producir cales para la industria minera metalífera, es necesaria la producción más moderna, con hornos verticales a gas. Estos producen más calidad, con un 30% menos de uso de energía y un sistema seguro con menos impacto ambiental. El mayor desafío: cada uno de estos hornos cuesta por encima de los 12 millones de dólares.
Las caleras más grandes ya iniciaron un proceso de tecnificación. Solo en Caleras San Juan sumaron dos hornos Maerz traídos de Europa en los últimos cuatro años, están terminando un tercero y hay proyectado un cuarto. Calidra también incorporó tecnología y en Jujuy una cantera empezó a producir cales para abastecer al litio.
Hasta ahora la producción se centró en ofrecer a la construcción y también al sector minero de Chile, donde para la extracción del cobre vienen usando cales argentinas hace décadas, pero a veces migran y compran a Perú, Bolivia o hasta México. Pero lo cierto es que si Argentina da el paso a los dos minerales de la electromovilidad, no puede quedarse atrás con las cales, esa industria histórica que vuelve a ser clave.