Las tres compañías avanzarán de manera conjunta en Sierra Grande, compartiendo infraestructura para reducir costos y acortar plazos de ejecución. Así apuestan a poder licuar y exportar mayor volumen de gas en las primeras etapas.
El proyecto de GNL en las costas de Río Negro se perfila como una de las iniciativas más ambiciosas de la industria energética argentina, con el objetivo de posicionar a Vaca Muerta como un proveedor global de gas natural licuado.
Liderado por YPF, el plan prevé una estructura escalonada en fases que combinan inversión extranjera, infraestructura compartida y acuerdos estratégicos con compañías de alcance internacional. Esta semana, se dio a conocer que las fases 2 y 3 avanzarán de manera integrada, lo que permitirá compartir infraestructura clave, reducir costos y acortar plazos de ejecución.
La italiana ENI tomará la decisión final de inversión en el primer cuatrimestre de 2026.
La fase 2 será ejecutada por YPF y Shell, permitiendo alcanzar una capacidad de 6 millones de toneladas anuales, mientras que la fase 3, asociada con la italiana Eni, alcanzará 12 millones de toneladas. Este esquema integrado busca garantizar un desarrollo eficiente en un contexto global de competencia creciente por la demanda de GNL.
El acuerdo entre YPF y Shell, recalibrado tras la firma del Project Development Agreement en La Haya en diciembre de 2024, redujo la proyección inicial de 12 a 6 millones de toneladas anuales. La decisión, que implica una inversión estimada en 12.000 millones de dólares, prevé el uso de una unidad flotante de licuefacción (FLNG) para acelerar los tiempos de ejecución.
El gas de Vaca Muerta se transportará mediante un gasoducto de 580 kilómetros hasta la terminal en Sierra Grande, Río Negro, con operaciones programadas para 2029.
El rol de las compañías
La participación de Shell en la segunda etapa contempla su papel como principal offtaker, garantizando la colocación del GNL en mercados asiáticos de alta demanda.
La compañía angloholandesa cuenta con una red comercial consolidada que le permite acceder a clientes estratégicos en países que buscan diversificar sus fuentes de energía.
Desde YPF remarcaron que esta alianza “asegura una colocación eficiente del GNL argentino, en un contexto de fuerte competencia con nuevos proyectos en Qatar y Estados Unidos”.

En paralelo, YPF y Eni avanzan en la fase 3, que contempla una capacidad de 12 millones de toneladas anuales mediante dos unidades FLNG. Los acuerdos firmados en Roma durante abril y junio de 2025 fijan los lineamientos de esta etapa, con una inversión proyectada en 20.000 millones de dólares.
Según indicó Eni en su última conferencia con inversores, la decisión final de inversión se tomará en el primer cuatrimestre de 2026, con el inicio de operaciones previsto entre fines de 2029 y comienzos de 2030.
El esquema de infraestructura compartida constituye uno de los puntos más destacados de esta estrategia. Tanto el gasoducto de 580 kilómetros como las instalaciones portuarias serán utilizadas por ambas fases, lo que permitirá reducir costos operativos y acelerar la ejecución.
Se estima que, en conjunto, las fases 2 y 3 podrían generar exportaciones superiores a 150.000 millones de dólares en un horizonte de 20 años, con un impacto directo en la generación de divisas y empleo.
Los desafíos más cercanos para el GNL
El impulso internacional del proyecto tendrá otro capítulo en septiembre de este año cuando YPF participe de Gastech en Milán, el encuentro más importante del sector energético global.
Allí se presentarán los avances de Argentina LNG y se destacará el modelo de cooperación con Shell y Eni como una propuesta innovadora en el desarrollo de GNL.
En palabras de la compañía, “esta participación refuerza la visibilidad de Vaca Muerta como un recurso estratégico, atrayendo el interés de inversores y compradores internacionales”.
Durante Gastech, YPF también enfatizará aspectos vinculados con la sostenibilidad y la eficiencia. Se pondrá en relieve el uso de unidades FLNG, que reducen el impacto ambiental frente a las plantas terrestres y se alinean con los estándares internacionales de transición energética.