Tras dos años de paralización, volvieron a poner en marcha el proyecto Aña Cuá, que apunta a sumar más de 270 MW de energía limpia. La iniciativa en la central binacional de Argentina y Paraguay promete también un fuerte impacto económico y laboral en ambas orillas del Paraná.

El Proyecto Aña Cuá, la ampliación largamente postergada del complejo hidroeléctrico Yacyretá, retomó su movimiento luego de casi dos años de inactividad.

Las obras se reactivaron tras destrabarse trámites técnicos y administrativos que habían frenado el avance y forzado a revisar el cronograma original. Con el nuevo esquema, la primera turbina quedará lista recién en 2028.

Aunque Aña Cuá formaba parte del diseño original de la central, su construcción nunca se concretó. Los primeros estudios datan de la década del 70, pero el proyecto tomó forma recién en 1983 y culminó formalmente en 1994, cuando Yacyretá fue inaugurada.

Aña Cuá, ubicado en uno de los brazos del Paraná, aportará más de 270 MW de potencia adicional y elevará en un 10% la capacidad de generación de Yacyretá. Ese salto energético no solo mejora la estabilidad del sistema interconectado de Argentina y Paraguay, sino que también supondrá ingresos adicionales relevantes para la Entidad Binacional Yaciretá (EBY).

El proyecto Aña Cuá

El proyecto prevé la instalación de tres turbinas Kaplan de eje vertical, con 90,20 MW de potencia cada una, un salto neto de 19,9 metros y una producción anual cercana a los 2.000 GWh.

El vertedero —capaz de evacuar hasta 40.000 m³/s— mantiene el “caudal ecológico” del brazo, fundamental para la preservación de la fauna ictícola.

Las 16 compuertas radiales, de 15 metros de ancho y 17,3 de altura, conforman un sistema de 300 metros orientado para reducir el impacto sobre la costa norte de la isla Yacyretá.

Durante décadas, ese caudal ecológico fluyó sin aprovechamiento energético, lo que implicó la pérdida de cientos de millones de dólares para ambos países.

Una historia de postergaciones en Yacyretá

Aunque Aña Cuá formaba parte del diseño original de la central, su construcción nunca se concretó. Los primeros estudios datan de la década del 70, pero el proyecto tomó forma recién en 1983 y culminó formalmente en 1994, cuando Yacyretá fue inaugurada.

Desde entonces, el complejo atravesó diversas etapas de ampliación y modernización hasta alcanzar sus 3.100 MW actuales, posición desde la cual es un pilar del suministro eléctrico para Argentina y Paraguay.

El relanzamiento de Aña Cuá —que demandará alrededor de US$ 450 millones— se apoya en un dato alentador: los equipos electromecánicos ya tienen un avance importante.

Represa hidroeléctrica Aña Cuá
Las obras de Aña Cuá se reactivaron tras destrabarse trámites técnicos y administrativos que habían frenado el avance y forzado a revisar el cronograma original.

Con ese terreno allanado, la EBY estima que la primera turbina entrará en funcionamiento en 2028. Una vez operativo, el incremento de generación implicará ingresos cercanos a US$ 80 millones anuales, según los valores de energía acordados por ambos gobiernos.

Este refuerzo financiero permitirá mejorar la capacidad operativa y sostener inversiones futuras del complejo.

El empleo como motor inmediato

El reinicio de la obra trae consigo un movimiento laboral decisivo: alrededor de 1.000 nuevos puestos, distribuidos de manera equilibrada entre trabajadores argentinos y paraguayos.

La demanda de bienes y servicios asociados dinamizará la economía del NEA y del sur paraguayo, fortaleciendo cadenas productivas locales.

Las ciudades de Ituzaingó (Argentina) y Ayolas (Paraguay) serán las más beneficiadas, junto con localidades cercanas. El impacto social de la construcción es considerado estratégico por la EBY, ya que refuerza el tejido económico en la zona de frontera.

Cuando la obra fue paralizada en diciembre de 2023 —con un avance cercano al 40%— llegaron despidos masivos y una incertidumbre que se prolongó hasta ahora. Según explicaron entonces desde la entidad binacional, las constructoras detuvieron los trabajos por falta de rentabilidad en los contratos vigentes.

Otro aspecto destacable de esta obra es el bajo impacto ambiental que produce, ya que no genera nueva superficie inundada ni requiere relocalizar familias.

La reanudación fue posible gracias a una serie de gestiones conjuntas que se desarrollaron durante las últimas semanas entre las autoridades de ambos países y representantes del consorcio Aña Cuá WRT —integrado por las empresas Webuild, Rovella Carranza y Tecnoedil—

El plazo original de ejecución era de 50 meses, una meta que ahora deberá reconfigurarse con el nuevo cronograma.

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