Periodista especializado en Energía.
Más del 40% del petróleo y el gas de la Argentina hoy ya provienen de Vaca Muerta. Pero ese crecimiento exponencial requiere de la infraestructura necesaria que permita evacuar el potencial que se le reconoce a la formación.
El aporte de Vaca Muerta compensa el declino del resto de las cuencas, pero las restricciones de transporte le fueron imponiendo un techo al crecimiento, un problema que la industria comenzó a advertir en los últimos años por el crecimiento acelerado de la curva de hidrocarburos. Son los llamados “cuellos de botella”, es decir la saturación de la capacidad de transporte, tanto de gas como de petróleo, que obliga a las compañías operadoras a ralentizar el ritmo de producción y al país tener que seguir importando energía. Un problema que sólo se soluciona con inversiones e infraestructura planificada.
La primera de las grandes obras en marcha es el troncal Gasoducto Presidente Néstor Kirchner, que en su primera etapa en ejecución y con fecha de entrada en operación el 20 de junio, prevé un tendido de 573 kilómetros entre las cabeceras de Tratayén, en Neuquén, y Salliqueló, en Buenos Aires.
La obra es considerada fundamental para incrementar la capacidad de transporte del gas natural que se produce en la formación de Vaca Muerta y permitirá inyectar 11 Mmm3/día adicionales al sistema y luego, al sumar dos estaciones compresoras, más que duplicar esa capacidad hasta 24 MMm3/d.
El ducto tendrá continuidad en una segunda etapa de 467 kilómetros, actualmente en instancia de licitación por parte de la empresa estatal Energía Argentina, lo que permitirá llegar hasta la localidad de San Jerónimo, en el sur de Santa Fe, un punto nodal del sistema y que no sólo incrementará la capacidad de transporte a 42 MMm3/d totales, sino que abre las puertas a otros proyectos vinculados particularmente a la exportación gasífera a Brasil.
Son los llamados “cuellos de botella”, es decir la saturación de la capacidad de transporte, tanto de gas como de petróleo, que obliga a las compañías operadoras a ralentizar el ritmo de producción y al país tener que seguir importando energía.
Es que el objetivo de abastecer a la región requerirá otras obras como la reversión del Gasoducto Norte que se extiende a lo largo de 1400 kilómetros desde el límite con Bolivia hasta Santa Fe, por lo que el sentido inverso del flujo permitirá llevar el gas de Vaca Muerta a las provincias de la región Norte y Noroeste del país.
Desde allí, ya es posible por la infraestructura existente desde comienzos de siglo exportar gas a Chile a través del gasoducto NorAndino, e incluso pensar en ingresar al sistema boliviano a través del gasoducto Juan Azurduy para aprovechar también los ductos existentes para llegar a las ciudades de San Pablo y Porto Alegre.
Siempre con el objetivo del gran mercado del sur brasileño y sus conglomerados industriales, desde el sur de Santa Fe nace otro gasoducto que cruza las provincias de Entre Ríos y Corrientes para ingresar al vecino país a la altura de Uruguayana, donde el gas argentino alimenta alternativamente una central termoeléctrica.
El plan de gobiernos e industriales de ambos países es finalizar la construcción de ese ducto con una obra de más de 650 kilómetros para llegar hasta Porto Alegre, la capital del estado de Rio Grande do Sul.
También en gas y en etapa de proyecto, ya se anunció mediante un acuerdo entre YPF y la malaya Petronas, la construcción de una planta modular de Gas Natural Licuado en el complejo portuario de Bahía Blanca. La obra que demandará una inversión inicial de US$ 10.000 millones requerirá la construcción de un gasoducto desde Vaca Muerta exclusivo para exportación, al que por magnitud se espera que se sumen nuevos socios.
Además, están en la meta de largada los proyectos propios de GNL que ya esbozaron la empresa Transportadora Gas del Sur (TGS) y la estadounidense Excelerate Energy -la propietaria y operadora de los buques regasificadores de Escobar y de Bahía Blanca-, y el que encabeza Tecpetrol, la compañía que es el brazo petrolero del Grupo Techint y que llevó adelante el desarrollo de la emblemática área gasífera Fortín de Piedra, en el no convencional neuquino.
El regreso de Otasa para impulsar las exportaciones
En materia de petróleo las obras de infraestructura también se vienen sumando, con la rehabilitación del Oleoducto Trasandino (Otasa), un sistema binacional de 427 kilómetros de extensión, que tiene a YPF, Chevron y ENAP como los principales accionistas, y que en mayo podrá volver a operar tras 16 años de inactividad para así garantizar el despacho de crudo a Chile y a los mercados del Pacífico.
Se estima que por esa vía se podrán enviar más de 100.000 barriles de crudo diarios, lo que será un primer aporte clave para descomprimir las necesidades de transporte y no contener las posibilidades de exportación, más aún en tiempos de altos precios internacionales.
El proyecto de Otasa, convive con el Oleoducto del Valle (Oldelval) que ya inició un proceso de duplicación de capacidad con obras por más de US$ 1.100 millones al 2035 y que en la actualidad transporta poco más del 80% del crudo de la Cuenca Neuquina desde su origen en Puesto Hernández, hasta Puerto Rosales en el complejo de Bahía Blanca, para su distribución local y embarque al exterior.
Pero es tal la magnitud de la capacidad productiva de Vaca Muerta, que YPF también anunció la construcción del denominado Oleoducto Vaca Muerta Sur, una obra que requerirá una inversión de US$ 1.200 millones que incluye, en las costas de Río Negro, la terminal portuaria de mayor capacidad de carga del país para exportación, con una estimación inicial de 360.000 barriles de petróleo diarios.
Así, es tal la dinámica que adquirió el sector, que entre las petroleras ya se habla la posibilidad de construir un segundo ducto hasta el oeste que cruce la Cordillera de los Andes a una altura de hasta 2.000 metros, y del proyecto Triplicar para seguir incrementando la capacidad de Oldelval.