El volumen del metal despachado en agosto se desplomó un 52% interanual, y la escalada de la cotización no llegó a compensarlo: entraron casi 30% menos dólares al país. En el sector se debaten los factores detrás del retroceso, mientras se esperan nuevas inversiones.

El oro alcanzó un máximo histórico al superar los 4.000 dólares por onza, impulsado por la incertidumbre global y las expectativas de recortes en las tasas de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos. Sin embargo, la Argentina no logró capitalizar plenamente el contexto favorable: en agosto, los ingresos por exportaciones de oro cayeron un 28,8% en la comparación interanual.

A pesar de que en el acumulado anual el sector muestra un crecimiento del 35,3% y totaliza 2.538 millones de dólares, el contraste con el desempeño del octavo mes del año es indudable. De acuerdo a los datos oficiales, en agosto hubo una merma del 52% en los volúmenes despachados, lo que sugiere que el incremento de precios no logró compensar la caída productiva.

Mientras tanto, dos proyectos de inversión en proyectos de oro aguardan aprobación para su ingreso al RIGI.

El informe de la Secretaría de Minería precisó que el oro representó 307 millones de dólares del total exportado, una baja de 124 millones de dólares respecto a agosto de 2024. El impacto se reflejó en el conjunto de minerales metalíferos que, sumando 352 millones de dólares, exhibieron un retroceso interanual del 29,9%.

Desde el sector minero atribuyen esta contracción a la madurez de varios yacimientos. “Varias de nuestras minas ya están maduras, en proceso de cierre o cerca de su finalización. Incluso Veladero ya superó su pico de producción”, señalaron fuentes vinculadas a la actividad.

El fenómeno responde al ciclo natural de los yacimientos: tras alcanzar su máximo rendimiento, suelen mantener niveles estables durante un período antes de iniciar un descenso gradual.

Por otro lado, el exsubsecretario de Desarrollo Minero, Mario Capello, ofreció una lectura adicional sobre la dinámica reciente. Según explicó, “es probable que, ante los aumentos de precios previos y la necesidad de cubrir costos operativos, las empresas ya hayan despachado parte de su producción y se encuentren momentáneamente sin stock disponible”.

Esto implicaría que la caída de exportaciones no necesariamente refleja una disminución estructural de la producción, sino un desfase temporal en los envíos. En ese sentido, las compañías advirtieron que los planes de producción aurífera no pueden modificarse de forma inmediata.

Los proyectos se definen con antelación y responden a la geología de cada yacimiento y a la capacidad instalada. A este factor estructural se suman las limitaciones climáticas: las minas ubicadas en plena cordillera, a más de 4.000 metros de altura, enfrentan meses de menor actividad durante el invierno por las condiciones extremas.

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Nuevas inversiones buscan reactivar yacimientos clave como Gualcamayo y Veladero.

Desde la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM) relativizaron el retroceso, al sostener que el desempeño de agosto se compara con un pico excepcional registrado el año anterior. “No hubo una contracción estrepitosa, simplemente la base de comparación era inusualmente alta”, aclararon.

De todas formas, la entidad reconoció una reducción en los niveles de producción, parcialmente compensada por los valores récord del oro, que ayudaron a sostener los ingresos del sector.

Nuevos proyectos de oro a la espera de entrar al RIGI

Mientras tanto, dos proyectos de inversión aguardan aprobación en el marco del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI). Uno de ellos corresponde a Minas Argentinas SA, del grupo AISA, que planea invertir 665 millones de dólares para reactivar la mina Gualcamayo en San Juan y extender su vida útil.

 El otro, presentado por el consorcio Minera Andina —integrado por Barrick y Shandong Gold—, prevé una ampliación de la mina Veladero con una inversión de 380 millones y una proyección de exportaciones por 3.800 millones de dólares.

Estas iniciativas esperan concretarse antes de que pase la nueva “fiebre del oro”. Goldman Sachs atribuyó el escenario actual a “una demanda sostenida por parte de bancos centrales e inversores occidentales” y fijó un precio objetivo de 4.900 dólares la onza para el corto plazo.

La firma Balanz Capital, por su parte, señaló que el cierre parcial del gobierno estadounidense y la desaceleración del empleo fortalecieron la percepción de refugio del oro frente a la volatilidad económica.

Aurum Valores destacó que el metal “encadenó siete semanas consecutivas de subas” como consecuencia de la combinación entre enfriamiento económico, expectativa de menores tasas de interés y tensiones fiscales en Estados Unidos.

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