El gas natural que Argentina posee es un bien buscado en todo el mundo. El proyecto de exportación de Gas Natural Licuado (GNL) despertó el interés de las grandes empresas locales y globales para posicionarse en el mega desarrollo a instalarse en la Patagonia argentina.
El gas natural, la fuente de energía del siglo XXI, es un componente fundamental en la transformación hacia un futuro energético sostenible, en virtud de su intensidad de carbono relativamente baja para permitir el despliegue a gran escala de energía renovable.
El gas natural licuado o GNL es la parte del mercado de ese gas natural que lo hace verdaderamente global y que se ofrece como la gran oportunidad de monetizar el abundante recurso gasífero del no convencional de Vaca Muerta, un escenario local acompañado por el desarrollo de este combustible de más rápido crecimiento a nivel mundial en la actualidad.
La Argentina se asoma a ese mercado global en particular con el desarrollo de varios proyectos en simultáneo, el más destacado es el que lleva adelante YPF con su socia, firma la malaya Petronas. Una iniciativa de tal magnitud que contempla la participación de otros grandes actores del mercado local, tanto por lo costoso de la obra como por necesidad de grandes volúmenes de gas como materia prima.
Distintas estimaciones prevén que el mundo pasará de los actuales 400 MTPA (millones de toneladas por año) a más de 700 MTPA para el 2040, es decir que va a tener un crecimiento muy importante frente a la oferta que crecerá limitadamente.
Para 2030 los proyectos de expansión de Estados Unidos y Qatar van a aportar al sistema entre 80 y 130 MTPA, con un gap creciente de demanda insatisfecha que significa una ventana enorme de oportunidad para la Argentina.
La cadena de valor hacia la planta de GNL
El camino habitual del GNL consiste en la producción y exploración de gas natural, su licuefacción y almacenamiento, su transporte y, finalmente, su recepción, regasificación y distribución. Así, la planta es el punto central de transformación entre el gas natural bruto en estado gaseoso, total o parcialmente sin tratar, y el resultado del GNL refinado.
Tal como sucedió con Vaca Muerta, donde el eje es la producción de shale gas y oil, la economía que se construye alrededor del mega yacimiento abarca distintas ramas comerciales e industriales.
El proyecto del GNL, por su envergadura, atrae ya a las principales empresas constructoras del país y algunas de las más especializadas del mercado global. Por un lado, se estima que se necesitarán tres nuevos gasoductos, del estilo del Néstor Kirchner, para trasladar el insumo desde Vaca Muerta hasta la instalación portuaria.
Solamente esa obra necesitaría de caños cosidos, tal como los que fabrica Techint en Brasil, un enorme despliegue logístico y una considerable mano de obra para su construcción. Camiones, trabajadores, alimentos, todos empleos y consumo derivado de los futuros gasoductos.
En una zona virtualmente deshabitada, todo está por hacer, incluidas las rutas que soporten el tránsito pesado que de vida diaria a la actividad del puerto.
El camino habitual del GNL consiste en la producción y exploración de gas natural, su licuefacción y almacenamiento, su transporte y, finalmente, su recepción, regasificación y distribución; la planta es el punto central de transformación entre el gas natural bruto en estado gaseoso y el resultado del GNL refinado.
A eso hay que sumar las propias instalaciones portuarias, con su desafío técnico de espacio y capacidad de procesamiento.
Las plantas de GNL pueden tener un tamaño potencialmente enorme y representar una parte costosa de un proyecto de GNL. La capacidad de producción y el tamaño varían, pero la infraestructura clave, además del equipo específico de tratamiento y licuefacción de gas, incluye equipos para manejar el gas de ebullición, como ventilación, quema o relicuefacción, sistemas de envío y tanques de almacenamiento criogénico, todos sistemas estrechamente integrados.
La planta también requiere infraestructura para la carga de GNL a los barcos, en cuyo caso se puede utilizar un embarcadero o un sistema de transferencia sin embarcadero.
En todo ese ecosistema, la construcción de una terminal puede involucrar cientos de proveedores, más allá de que en el mercado existe un grupo de megaempresas capacitadas para desarrollar proyectos llave en mano.
En ese sentido, el proceso de licitación será clave para conocer la manera en que avanzará el proyecto de YPF, ya que permitirá entender la secuencia de obras del 2025 –cuando se tome la decisión final de inversión- hasta los primeros meses de 2032 cuando la megafactoría esté en marcha.
El desglose de los costos de desarrollo del GNL para un sitio en tierra podría demandar para la construcción de la planta en sí mismo un 37% del presupuesto total, a lo que le siguen los gasoductos troncales de entrega, los pozos de producción de gas, la infraestructura costa afuera, el almacenamiento y todas las obras de operatividad vinculadas.
Una vez más, la mano de obra para operar la terminal portuaria podría modificar radicalmente el panorama de la ciudad en la que se instale.
Lo mismo que sucede con Añelo, donde la radicación de trabajadores de Vaca Muerta superó la capacidad de la ciudad en todo sentido. Hoy faltan escuelas, viviendas y recreación en una ciudad donde sus habitantes tienen salarios largamente superiores a la media nacional.
Las plantas de GNL suelen estar ubicadas en tierra, pero en el caso de los yacimientos de gas marinos, la producción, el tratamiento, la licuefacción, el almacenamiento y el transporte pueden realizarse mediante instalaciones flotantes de gas natural licuado (FLNG).
De hecho el proyecto de YPF prevé para 2027 la llegada de un buque licuefactor que ya dispone Petronas, y para 2029 una segunda embarcación cuya licitación para la ingeniería y construcción ya inició su proceso.
En simultáneo, Pan American Energy también se embarcó en el negocio con la contratación de un barco con el gigante global Golar, cuya participación se analiza puede ser como iniciativa individual o como parte del consorcio de LNG Argentina.
La competencia también se da entre las grandes navieras globales, que buscan no sólo quedarse con el posible negocio del FLNG, más técnico y especializado, si no también abastecer de productos e insumos al inmenso complejo gasífero que se desarrollará en la región.
El mercado global de GNL
A nivel mundial, el comercio de GNL alcanzó en 2023 un total de 401 millones de toneladas (Mt), lo que representó un incremento del 2,1% con respecto al año anterior, de acuerdo al reciente informe del GIIGNL – International Group of LNG Importers.
Ese desempeño de la industria demuestra un crecimiento sostenido desde 10 años atrás, cuando la demanda se ubicaba en torno a los 200 Mt, es decir que prácticamente se duplicó en una década.
En los últimos años, el GNL como combustible ha fortalecido su posición como una importante alternativa para el consumo de fueloil, compitiendo ahora tanto en términos ambientales como económicos.
La conversión de GNL y la quema de gas natural no solo emiten entre un 30% y un 80% menos de carbono en comparación con el carbón y el petróleo, sino que también emiten casi cero óxido de azufre. Otras propiedades del GNL, como su capacidad para ocupar 1/600 del espacio que ocuparía el gas natural en estado gaseoso, lo hacen adecuado para su transferencia por barco.
De allí se desprende que el Top 3 de los que lideraron el ranking de los principales exportadores de GNL fueron Estados Unidos, Australia y Qatar, seguidos por Rusia, Malasia, Indonesia, Nigeria, Argelia, Omán, Brunei, Trinidad y Tobado y Emiratos Árabes entre los más representativos.
A la vez, los mayores importadores fueron China, Japón y Corea, seguidos por mercados como India, Francia, Taiwán, España, Países Bajos, Reino Unido, Italia, Tailandia, Turkía, Bélgica, Paquistán y Kuwait.
Si ese mismo mercado se analiza por regiones globales, el 65% de las compras de GNL durante 2023 correspondieron a los países asiáticos, el 30,2% a los de Europa y apenas el 2,9% a los de América Latina y el Caribe. En este último bloque, a pesar de la baja participación en el total, las compras del combustible crecieron un 15% con respecto a 2022.
Una solución extendida en la región
Las Unidades Flotantes de Almacenamiento y Regasificación de Gas Natural Licuado (FSRU, por sus siglas en inglés) emergieron este siglo como una solución estratégica en la industria del gas natural, ofreciendo una alternativa flexible y eficiente a las terminales terrestres tradicionales.
Algunas de las ventajas más destacadas de estas unidades abarcan aspectos clave como costos, eficiencia, tiempo de implementación, proveedores actuales e inversión.
Actualmente, existen 12 de este tipo de unidades operativas en 5 países de América Latina y el Caribe, de las cuales la precursora fue la que se instaló en 2008 en la terminal de Bahía Blanca, aún hoy la que se mantiene operativa es la ubicada en Escobar, y que se asegura tendrá una razón de ser durante varios años más en el país.
Además de las dos terminales on shore con que cuenta Chile desde hace más de una década, las unidades flotantes tienen gran presencia en Brasil con ocho buques en los estados de Pará, Sergipe, Bahía, Río de Janeiro (3), San Pablo y Santa Catarina; mientras que Colombia cuenta con uno en Cartagena y avance en un segundo proyecto hacia el Pacífico, más los que se cuentan en Jamaica y El Salvador.