El exministro de Energía y expresidente de la compañía en Argentina habló de estrategias disímiles de las compañías globales y marcó un contraste con las necesidades de YPF. También repasó el escenario actual del sector.

Para Juan José Aranguren, exministro de Energía de Mauricio Macri y expresidente de Shell Argentina, la desvinculación de la compañía holandesa del proyecto de GNL que encabeza YPF no fue un movimiento aislado, sino una señal del modo en que lee la evolución global del mercado.

Aunque hace más de diez años que dejó sus funciones en la petrolera, el exministro sostuvo que Shell evaluó que no era el momento adecuado para sumarse.

“Algunas empresas tienen la percepción de que va a aumentar la demanda de GNL, otras que va a alcanzar una meseta cerca del 2040, y quienes decidan ser un poco más conservadores dejarán pasar esta oportunidad, como puede ser el caso de Shell”, señaló Juan José Aranguren.

El contexto energético local —sostuvo— vive una etapa de fortaleza inédita, pero aun así no logró convertirse en un argumento suficiente para retener a Shell en el acuerdo.

Según sus palabras, la Argentina transita un momento en el que país “está en una situación realmente fascinante desde el punto de vista energético”, impulsado por el crecimiento sostenido de Vaca Muerta y por un entramado exportador que empieza a consolidarse.

Aun así, ese escenario positivo no se tradujo en una adhesión inmediata al proyecto. Y Aranguren lo atribuyó, principalmente, a la diferencia entre los tiempos que manejan las compañías globales y las urgencias de una petrolera nacional que busca acelerar la monetización de sus recursos.

Los motivos detrás del “no” de Shell

En su análisis, Aranguren repasó que YPF viene dialogando desde hace años con jugadores internacionales como Petronas, ADNOC, ENI y la propia Shell. Cada una —explicó— interpreta el futuro energético de manera distinta.

“Todas las empresas tienen una expectativa de hacia dónde puede ir el mercado en cualquier commoditie, como el petróleo crudo, el GNL, etcétera”, afirmó.

Esa percepción es clave para entender por qué Shell decidió mantenerse al margen. La compañía, señaló, cuenta con un portafolio de proyectos de GNL distribuido en varias regiones del mundo y elige sus inversiones en función del ciclo esperado de la demanda.

“Shell Internacional tiene un portafolio global importante de GNL y, por lo que tengo entendido, han decidido no tomar una decisión en esta etapa”, planteó.

juan jose aranguren
“Shell Internacional tiene un portafolio global importante de GNL y, por lo que tengo entendido, han decidido no tomar una decisión en esta etapa”, planteó el ex ministro Juan José Aranguren.

El contraste se da del lado argentino: “YPF necesitaba que su socio la tome rápido porque necesita monetizar sus recursos y dejarlo para una instancia posterior”.

Aranguren también profundizó en las distintas lecturas que manejan las compañías respecto del futuro del GNL: “Algunas empresas tienen la percepción de que va a aumentar la demanda de GNL, otras que va a alcanzar una meseta cerca del 2040, y quienes decidan ser un poco más conservadores dejarán pasar esta oportunidad, como puede ser el caso de Shell”, señaló.

También destacó que, desde la perspectiva regional, liquefaccionar gas para exportarlo por barco resulta la opción lógica en un escenario donde los mercados vecinos presentan límites estructurales.

«Chile tiene un consumo acotado y Brasil ajusta sus compras según las condiciones hidrológicas. Esto impide pensar en ventas firmes y sostenidas en el tiempo», dijo.

Un sector energético que bate récords y busca consolidarse

Más allá de la salida de Shell, Aranguren subrayó que el país atraviesa una transformación notable en su producción de hidrocarburos.

Según describió, el nivel actual de extracción es tan elevado que permite “transformar los recursos en reservas” y generar una “colcha” positiva en la balanza comercial energética.

El exministro anticipó un salto aún mayor en las cuentas externas: “Este año la terminaremos en 7.000 millones de dólares y la vamos a pasar en tres o cuatro veces más en una cuestión de cinco años”.

Su visión proyecta un crecimiento exportador capaz de multiplicar ingresos y sostener un ciclo de inversión.

Pero el impacto no se limita a la macroeconomía. Aranguren sostuvo que contar con producción local robusta también incide directamente en el bolsillo de los hogares. “Independientemente de cuál sea el precio internacional, los precios en Argentina van a estar en un nivel más bajo que si no tuviéramos petróleo y gas natural”, afirmó.

Para graficar esa diferencia, recordó el vuelco que dio la balanza energética en apenas una década.

“Recordemos los primeros años de este siglo: pasamos de tener en 2004 ó 2005 un superávit comercial energético de 7.000 millones de dólares y a un déficit en el 2013 de 7.000 millones. Es decir, nos comimos 14.000 millones de dólares en el camino”.

El panorama actual, remarcó, es completamente distinto. La balanza energética volvió a terreno positivo y eso, a su entender, tiene efectos directos sobre la estabilidad económica.

“Todas esas divisas que ingresan por exportaciones en Argentina van a permitir estabilizar la economía, que baje el riesgo país, y que vengan más capitales para invertir”, concluyó.

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