Un informe de la agencia internacional Irena destaca el papel clave de las tecnologías facilitadoras, como almacenamiento en baterías, digitalización y sistemas híbridos. Ahora, los desafíos a superar son el acceso a financiamiento, los cuellos de botella logísticos y los riesgos geopolíticos.
Las energías renovables volvieron a demostrar que no solo son clave para la transición energética, sino que también resultan cada vez más competitivas en términos económicos.
Según el último informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena), el 91% de la nueva capacidad renovable a gran escala instalada en 2024 produjo electricidad a un costo menor que la opción más barata de generación con combustibles fósiles.
Las nuevas tecnologías en el sector renovable permiten integrar mejor las fuentes variables como el sol y el viento, mejorar el rendimiento de los activos y optimizar la respuesta de la red eléctrica.
Esta competitividad se mide a través del LCOE (Levelized Cost of Electricity), un indicador que calcula el costo promedio por unidad de electricidad generada a lo largo de la vida útil de una instalación.
Con ese rendimiento, las renovables permitieron ahorrar US$467.000 millones en costos de combustibles fósiles solo en 2024, fortaleciendo la seguridad energética, la resiliencia económica y la accesibilidad de largo plazo.
A medida que la capacidad renovable sigue creciendo para alcanzar los objetivos climáticos, el informe destaca el papel clave de las tecnologías facilitadoras: almacenamiento en baterías, digitalización y sistemas híbridos.
Estas herramientas permiten integrar mejor las fuentes variables como el sol y el viento, mejorar el rendimiento de los activos y optimizar la respuesta de la red eléctrica.
Claro que no todo es simple. Persisten desafíos como el acceso al financiamiento, los cuellos de botella logísticos, la burocracia en permisos y los riesgos geopolíticos. Para Irena, la salida está en una mayor armonización de políticas, regulación e inversiones para acelerar la transición.
La curva de costos de las teconologías solar y eólica
El recorte de costos de las renovables ha sido espectacular desde 2010, impulsado por avances tecnológicos, economías de escala y cadenas de suministro más eficientes.
–Solar fotovoltaica a gran escala: hace 15 años era más de cuatro veces más cara que los fósiles más baratos. Hoy, su costo promedio global cayó un 41 %, hasta los US$0,043 por kWh.
–Eólica terrestre: en 2010 era un 23 % más cara que los fósiles; ahora es un 53 % más barata, con un LCOE promedio de US$0,034 por kWh.

–Eólica marina: también redujo significativamente sus costos. El promedio global de 2024 fue de US$0,079 por kWh, un 62 % menos que en 2010. En China, donde las cadenas de suministro locales son más sólidas, bajó aún más: a US$0,056 por kWh.
El resto del mapa de las energías renovables
Aunque no con el mismo ritmo de baja que la solar y la eólica, otras tecnologías también mostraron desempeños sólidos:
–Hidroeléctrica: bajó su LCOE un 7 % entre 2023 y 2024, llegando a US$0,057 por kWh. Su caída se explica por una reducción del CAPEX, especialmente en China. Esta fuente madura sigue siendo clave para aportar energía de base a buen precio, especialmente en América Latina, el Sudeste Asiático y el propio país asiático.

–Geotermia: cerró 2024 con un LCOE promedio de US$0,060 por kWh, aunque algunos proyectos en zonas como Indonesia, Estados Unidos y África Oriental lograron costos aún más bajos que los fósiles de referencia.
–Bioenergía: fue la única con presión al alza. Su LCOE global subió hasta US$0,087 por kWh, empujado por la volatilidad de precios de insumos y mayores costos logísticos.
Almacenamiento: otra revolución en marcha
En paralelo, las tecnologías que complementan a las renovables también bajaron sus costos de forma agresiva. El caso más destacado es el de los sistemas de almacenamiento en baterías (BESS). Entre 2010 y 2024, el costo de instalación cayó un 93 %, pasando de US$2571 a US$192 por kWh.
Esta baja se debe a la escalada en la fabricación, mejoras en la eficiencia de los materiales y una mayor optimización en los procesos productivos. Todo esto vuelve a las baterías una pieza cada vez más accesible para acompañar la transición energética.