La transmisión eléctrica se transformó en el nuevo obstáculo para los proyectos futuros y desde el ámbito privado ofrecen una posible solución que los involucra. Ya se abrió el diálogo con la Secretería de Energía.

La inserción de las renovables dentro de la matriz energética nacional ha tenido que superar muchas dificultades y está ante un nuevo dilema. Inicialmente las trabas de desarrollar este sector estaban relacionadas a los altos costos que implicaba adquirir los insumos necesarios y la dificultad de llevar adelante un proyecto rentable.

Por otro lado, al depender de condiciones climáticas imposibles de controlar, se necesitan suministros auxiliares de almacenamiento para los períodos de baja producción. Esto repercute especialmente en los parques solares y eólicos, que representan cerca del 80% de la generación renovable en la Argentina.

Destrabar este nuevo conflicto sería el único camino para poder cumplir las metas de generación renovable fijadas para el 2025.

Con el correr del tiempo y con significativos avances tecnológicos en la materia, se abarataron los costos de los insumos y el equipamiento, por lo que disminuyó el riesgo que implicaba invertir en fuentes alternativas en el país. Lo mismo sucedió con los sistemas de almacenamiento que aumentaron su capacidad sin incrementar gastos.

Actualmente, el mayor desafío para la industria de energías limpias es la capacidad de transmisión eléctrica por diferentes motivos, siendo el principal de ellos el financiamiento. A esto se suman el costo de capital y los procedimientos burocráticos, que condicionan al sistema para abastecer la demanda en el mediano y largo plazo.

En ese sentido, durante la Semana de Ingeniería 2023 que organiza por estos días el Centro Argentino de Ingenieros (CAI) en la Ciudad de Buenos Aires, las autoridades de distintas generadoras renovables analizaron alternativas para que no se frene el crecimiento del sector.

“Para que Argentina pueda seguir desarrollándose y seguir ampliando su plantel de energía, requerimos un sistema de transmisión de mayor capacidad, pero también más complejo, más denso, más radial”, señaló en la exposición Bernardo Andrews, CEO de Genneia, una de las compañías de mayor generación en el país.

Asimismo, indicó que se evaluan posibilidades con el gobierno para destrabar el financiamiento destinado mejorar la infraestructura. “Hay un diálogo muy fructífero con la Secretaría de Energía para permitir a la iniciativa privada acompañar decisiones de inversión. Hay un rol para el privado para destrabar estos cuellos de botella”, destacó.

Semana de Ingenieria, Energías limpias, Genneia
Bernardo Andrews, CEO de Genneia: «Argentina puede crecer a nivel solar y eólico de manera ilimitada”.

Pese a los nuevos desafíos, el directivo se mostró optimista con respecto al futuro de las renovables y consideró fundamental que los aportes públicos y privados trabajen en sintonía. “Destrabar este conflicto sería el único camino para poder cumplir las metas de generación renovable fijadas para el 2025 e “imponer incluso objetivos más agresivos al mediano plazo”, sostuvo.

La propuesta

La idea para superar el cuello de botella que impone la transmisión eléctrica es implementar un PPA (Power Purchase Agreement). Es decir, un acuerdo de compraventa de energía limpia a largo plazo con un precio prefijado que funcionaría como la licitación de un Ciclo Combinado para que las firmas recuperen la inversión.

Según trascendió, lo que se conversa con el Estado es la posibilidad de que los generadores puedan asumir parte del costo de las líneas de distribución estratégicas para el sistema y a cambio obtener capacidad de transporte para hacer más parques energéticos de fuente renovable y así luego recuperar la inversión con los rendimientos del sistema. Incluso, ya habría bancos de desarrollo interesados en financiar este tipo de proyectos.

Si se destraban las inversiones y la infraestructura de transmisión es optimizada para hacer frente a la demanda, el siguiente obstáculo que se avecina en el sector será la distribución eléctrica. Aumentar la participación de la electricidad en el consumo final de los hogares argentinos es el último paso hacia la transición, pero quizas sea el de mayor complejidad.

En la actualidad, la electricidad representa solo el 32% del consumo final de energía para los usuarios residenciales y el 26% del consumo final industrial. Y estos porcentajes no incluyen la demanda potencial asociada con una mayor penetración de calefacción eléctrica mediante bombas de calor o vehículos eléctricos.

De esta manera, la capacidad de las redes de distribución tendría que triplicarse o hasta cuadruplicarse para permitir la electrificación de usos finales requerida para la descarbonización. Asimismo, aspectos como la capilaridad de la red y el número de actores involucrados posicionan a la distribución como un aspecto clave de la transición.

Por último, a estos desafíos de corto plazo se suma la necesidad de adecuar y digitalizar las redes y los servicios de distribución. Esto se torna necesario para permitir y aprovechar nuevas modalidades de negocio que hagan uso de una mayor flexibilidad de la demanda, incluyendo la tarificación horaria y el almacenamiento.

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