La AIE precisó que el uso global de este combustible fósil de altas emisiones se estabilizó en 2025 y seguiría relativamente constante durante el año siguiente, lo que marcaría un freno al aumento sostenido del último tiempo. Mejoras en China e India, y efecto Trump en EEUU.
Después de haber alcanzado en 2024 un récord histórico de consumo, con alrededor de 8.800 millones de toneladas, el uso global de carbón se estabilizó en 2025, según el informe anual de mitad de año publicado por la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
La entidad estimó que este nivel se mantendría relativamente constante también en 2026, lo que marcaría un freno al crecimiento sostenido del último tiempo y es una buena noticia, aunque probablemente llega tarde.
Estados Unidos registró un aumento del 10 % en el uso de carbón durante el primer semestre de 2025, impulsado por una mayor demanda eléctrica y por un precio elevado del gas natural. En la Unión Europea, en cambio, la demanda se mantuvo estable.
En su informe, la AIE precisó que si bien hubo oscilaciones en algunos de los principales mercados en los primeros seis meses de 2025, los factores estructurales que impulsan el consumo de carbón no mostraron cambios significativos.
Esa continuidad se dio en un contexto en el que los precios del gas natural, las políticas energéticas internas y la evolución de la demanda eléctrica siguieron condicionando la matriz energética de cada país.
Uno de los cambios más relevantes se dio en China e India, donde la demanda de carbón se redujo debido a un consumo eléctrico más débil respecto a 2024 y a un crecimiento sostenido de la generación renovable.
En contrapartida, Estados Unidos registró un aumento del 10 % en el uso de carbón durante el primer semestre de 2025, impulsado por una mayor demanda eléctrica y por un precio elevado del gas natural. En la Unión Europea, en cambio, la demanda se mantuvo estable.
El récord de 2024: más carbón, pese a los compromisos climáticos
La foto de 2024 fue distinta: un aumento del 1,5 % en el consumo global de carbón, motorizado principalmente por India, China, Indonesia y otras economías emergentes.
Esa suba compensó con creces las caídas registradas en Europa, América del Norte y el noreste asiático. De ese modo, el mundo alcanzó un consumo récord de 8.800 millones de toneladas, un nuevo máximo que volvió a posicionar al carbón como eje del debate ambiental.
En ese contexto, la AIE proyectó que la demanda total de carbón crecería levemente en 2025, impulsada sobre todo por la política energética de Estados Unidos tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, y luego caería de forma marginal en 2026.

En ambos casos, los volúmenes se mantendrían en torno a los niveles de 2024, reflejando un estancamiento más que una verdadera transición.
Las previsiones desagregadas indicaban que en 2025 China reduciría su demanda en un 1 %, mientras que Estados Unidos la incrementaría en un 7 %. En la Unión Europea, el retroceso estimado era del 2%.
En cuanto a la producción, se proyectaba un nuevo récord en 2025, gracias al empuje de China e India. Pero el informe advirtió que la oferta comenzaría a desacelerarse en 2026, debido a la acumulación de stock y a la caída en los precios.
Además, los volúmenes globales de comercio de carbón caerían en 2025 por primera vez desde la recesión de 2020, según remarcó la AIE. De concretarse también la baja en 2026, sería la primera vez en este siglo que el comercio mundial de carbón retrocede en dos años consecutivos.
“No más carbón”: la consigna que no logró consenso en la COP29
La tensión entre la urgencia climática y el uso persistente de carbón fue el eje de la COP29, celebrada a fines de 2024 en Bakú, Azerbaiyán.
Allí, la consigna “No más carbón” marcó el tono del encuentro y fue respaldada por la Unión Europea y otros 25 países, que propusieron ponerle un freno definitivo a este combustible fósil. Sin embargo, la ausencia de los tres principales emisores de CO₂ —China, Estados Unidos e India— debilitó el impacto de la iniciativa.
A pesar del compromiso que se había alcanzado en la COP26 de Glasgow, donde se había acordado una “reducción progresiva” del carbón, este combustible siguió siendo el mayor responsable de las emisiones globales de CO₂, con un aporte del 41 % del total.
Aunque su crecimiento durante el año fue moderado (0,2 %), quedó claro que su peso en la matriz energética mundial continúa siendo crítico.
El caso más paradigmático fue el de China, donde el carbón aún representa más del 50 % del mix energético. Si bien el país avanzó en energías renovables, cerró 2024 con al menos 18 nuevos proyectos de centrales térmicas en carpeta.
En India, las emisiones de CO₂ vinculadas al carbón aumentaron un 10 %, agravando la ya delicada situación ambiental de ciudades como Delhi, donde la contaminación alcanzó niveles alarmantes.