El Gobierno nacional avanza con paso firme hacia una nueva ola privatizadora en los ferrocarriles. Entre los activos estratégicos en la mira, destaca el Belgrano Cargas, pieza clave para la logística agroindustrial y minera del norte y centro del país.
Pero lo que en apariencia parece una simple concesión de infraestructura estatal, representa una trama mucho más compleja, donde confluyen intereses de potencias globales, empresas transnacionales, fondos financieros y recursos naturales críticos como el litio.
Una de las primeras compañías que expresó oficialmente su interés en operar sobre la red del Belgrano Cargas no pertenece al rubro ferroviario, sino a la minería: se trata de Río Tinto, gigante angloaustraliano con fuerte presencia en Argentina a través de su filial Rincon Mining Pty Ltd, que desarrolla un ambicioso proyecto de extracción de litio en el Salar de Rincón, Salta.
La firma ya mantuvo reuniones con el Gobierno nacional, en las que participó incluso su representación norteamericana.
Según trascendió, el interés por controlar parte del Belgrano Cargas responde a la necesidad de asegurar una vía directa de transporte desde sus yacimientos hasta los puertos fluviales del Paraná, optimizando la exportación de carbonato de litio y otros derivados clave para la transición energética global.
La presencia de BlackRock, Vanguard, State Street (SSgA) y la estatal china Aluminum Corporation of China en el accionariado de Río Tinto pone en evidencia cómo la disputa por los recursos naturales ya no es sólo entre Estados, sino entre grandes conglomerados financieros con agendas transnacionales.
La estrategia de Río Tinto no es aislada: forma parte de una tendencia creciente de verticalización de la cadena minera, donde las grandes compañías buscan controlar no solo la extracción, sino también el transporte y la logística de exportación.
Esto les permite reducir costos, aumentar márgenes y tener mayor autonomía frente a regulaciones estatales.
De la disputa entre China y EE.UU. a las grandes corporaciones
La red del Belgrano Cargas se extiende por más de 7.600 kilómetros en 17 provincias argentinas, conectando zonas productivas de la región pampeana, el NOA y el NEA con los puertos del Gran Rosario. Esto lo convierte en un activo logístico de altísimo valor geopolítico, especialmente en un contexto de puja global por el dominio de recursos estratégicos.
El litio argentino —junto con el boliviano y el chileno— conforma el llamado «Triángulo del Litio», que concentra más del 60% de las reservas mundiales de este mineral esencial para baterías, autos eléctricos y tecnologías renovables.

En este escenario, Estados Unidos y China libran una competencia por asegurarse el acceso a este insumo crítico, y el ferrocarril argentino se vuelve una pieza central en ese tablero.
La presencia de BlackRock, Vanguard, State Street (SSgA) y la estatal china Aluminum Corporation of China en el accionariado de Río Tinto pone en evidencia cómo la disputa por los recursos naturales ya no es sólo entre Estados, sino entre grandes conglomerados financieros con agendas transnacionales.
Además, Río Tinto mantiene un acuerdo de exclusividad con Tesla, la empresa de Elon Musk, para asegurar el suministro de litio destinado a sus vehículos eléctricos.
La reciente visita de ejecutivos de Tesla a la Argentina —en un momento de redefiniciones en la política energética de EE.UU.— refuerza la hipótesis de que el interés en el ferrocarril argentino no es únicamente comercial, sino geopolítico.
El plan para privatizar el Belgrano Cargas
El plan oficial no apunta a una venta directa del ferrocarril, sino a un modelo de concesión de “infraestructura de acceso abierto”: el Estado mantendrá la propiedad de las vías, pero su uso será licitado a operadores privados.
A su vez, el material rodante (locomotoras y vagones) será rematado, y los ingresos se destinarán a un fondo fiduciario que financiará obras ferroviarias.
La empresa estatal Belgrano Cargas y Logística (BCyL) será desmembrada y dividida por tramos, talleres y actividades, lo que permitirá que distintos actores puedan quedarse con porciones específicas del sistema.

El modelo recuerda al de los años 90, aunque esta vez con menos presencia de multinacionales de servicios públicos y más de fondos de inversión y firmas vinculadas a recursos naturales.
La privatización del Belgrano Cargas no es un hecho aislado, sino parte de una transformación estructural del modelo económico argentino.
En nombre de la eficiencia y la inversión extranjera, se redefine el papel del Estado y se reconfigura el mapa de poder territorial y productivo.
Con el eje del gobierno en la privatización ferroviaria, Trenes Argentinos (SOFSE) y Belgrano Cargas y Logística (BCyL) aparecen como dos de las empresas más cercanas a iniciar la retirada del Estado.