Periodista especializado en Energía.
Los gobiernos discuten cómo acelerar las agendas de transición energética en vista al cambio climático, pero en particular el debate está también en torno a qué tipo de energías privilegiar en ese proceso de descarbonización.
El gran potencial de la Argentina es sin dudas el aprovechamiento de sus abundantes recursos de gas natural, y más aún si se logra avanzar en la tecnología de captura de carbono de ese combustible, pero también tiene un gran potencial en biocombustibles.
En ese camino, durante la última reunión de ministros de energía del G20 celebrada en Goa, India, fue lanzada oficialmente la Alianza Global de Biocombustibles, con la adhesión de diecinueve países impulsados principalmente por India, Brasil, Canadá y Estados Unidos, con la premisa de promover la adopción de biocombustibles sostenibles como una vía para reducir las emisiones de carbono.
Argentina manifestó al respecto que confía que el año que viene con la presidencia brasileña del G20, se va a desarrollar ampliamente la agenda de transición y en particular el sector de los biocombustibles y en este contexto se anunció que «el país se sumará a la iniciativa».
Es que, para muchos países de Latinoamérica, los biocombustibles son un recurso fundamental en la transición limpia de la matriz energética global, con tiempos de desarrollo, costos e implementación menores frente a los que plantea la electromovilidad o el hidrógeno, y constituyen una alternativa inmediatamente disponible, económicamente posible y ambientalmente sostenible.
La Argentina coincide en esa enorme potencialidad para multiplicar la producción de biocombustibles, pero con la necesidad de tener marcos regulatorios modernos que faciliten proyectos de inversión privada y la gran oportunidad de iniciar un camino de convergencia regional.
Así resulta atractiva la participación, junto a los primeros 19 países que ya adhirieron, a sumarse a una Alianza Global de Biocombustibles que pueda abordar los desafíos de su producción y adopción a gran escala, teniendo en cuenta que representaron más del 4% del suministro total de energía de transporte en 2022, pero su implementación no avanza lo suficientemente rápido.
Se estima que más del 80% de la producción de biocombustibles se concentra en pocos países, a pesar del potencial existentes en otras regiones del mundo, pero los desafíos comunes incluyen la disponibilidad de materias primas, la necesidad de consensos sobre los criterios de sostenibilidad y la expansión ralentizada de la tecnología necesaria.
Esperan fuerte crecimiento de biocombustibles
Algunas cifras de un reciente reporte de la Agencia Internacional de la Energía (IEA) explican la magnitud de la oportunidad, ya que prevé que la demanda mundial de petróleo aumente en 5,9 millones de barriles diarios (mb/d) de aquí a 2028, pero que el etanol y biodiésel aportarán el 10% del crecimiento de la oferta de nuevos combustibles líquidos hasta esa fecha.
Así, se prevé que la producción de biocombustibles aumentará en casi 600.000 barriles diarios (kb/d) del 2028, impulsada por el importante crecimiento de las economías emergentes.
Los biocombustibles son un recurso fundamental en la transición limpia de la matriz energética global, con tiempos de desarrollo, costos e implementación menores frente a los que plantea la electromovilidad o el hidrógeno.
En el escenario global, India, Brasil e Indonesia representan el 70% del aumento, ya que cada país persigue objetivos nacionales de mezcla, en un contexto de crisis energética mundial ha acentuado la preocupación por la seguridad del abastecimiento y aceleró el despliegue de tecnologías más limpias.
Se estima que la oferta de etanol y biodiésel aumentará 30% en las economías emergentes al 2028, principalmente para apoyar la creciente demanda interna en respuesta a las políticas diseñadas para reducir las importaciones de petróleo y las emisiones de gases, utilizando al mismo tiempo materias primas nacionales como el azúcar, el maíz y otros aceites.
En Buenos Aires se realizó hace pocas semanas un encuentro de la Coalición Panamericana de Biocombustibles Líquidos (CPBIO), integrada por los principales gremios empresariales e industriales dedicados a la producción y procesamiento de azúcar, alcohol, maíz, sorgo, soja, aceite vegetal y granos, entre otros productos del sector agropecuario.
Allí, se destacó que el continente americano cuenta con vocación y un gigantesco potencial para avanzar en la implementación de políticas públicas modernas para el sector de los biocombustibles líquidos, multiplicar su producción y atraer inversiones.
A la vez se avanza en una convergencia que incluya a los combustibles sostenibles para aviones, cuya implementación creciente va a representar el 65% de la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Para los allí presentes, los biocombustibles mejoran la calidad del aire y la salud de la población, y contribuyen al desarrollo de la agricultura y la economía, pues su elaboración diversifica la oferta productiva, agrega valor, protege los suelos mediante la rotación de cultivos, crea empleos sostenibles y asegura un flujo de demanda estable en el tiempo para los agricultores.