Según un informe de la OLADE, la región llegó a aportar el 27% de la producción mundial, con Brasil consolidándose al concentrar el 93% de la elaboración de biodiesel y bioetanol en la región.

El biodiésel y los biocombustibles en general están ganando terreno como una pieza clave en la descarbonización del transporte, especialmente en sectores estratégicos como el transporte pesado, la aviación y el marítimo, donde reemplazar los combustibles fósiles es un desafío central.

Un informe de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), titulado «Una introducción al sector de los biocombustibles en América Latina y el Caribe», señala que en 2023 la región aportó el 27% de la producción mundial de biocombustibles líquidos.

Dentro de este escenario, Brasil se consolidó como el actor principal, concentrando el 93% de la producción regional. Este liderazgo se explica por una combinación de factores: la abundancia de recursos naturales, una agroindustria robusta y una trayectoria consolidada en la producción de bioetanol y biodiésel.

Además de Brasil, países como Argentina, Paraguay y Colombia lograron consolidarse en la producción de estos combustibles renovables.

En la última década, América Latina experimentó un crecimiento significativo en este sector: entre 2013 y 2023, la producción de biodiésel aumentó un 163% y la de bioetanol un 36%.

Además de Brasil, países como Argentina, Paraguay y Colombia lograron consolidarse en la producción de estos combustibles renovables, aprovechando su riqueza agrícola para impulsar una industria que no solo reduce emisiones, sino que también genera empleo y fortalece la autosuficiencia energética.

Una de las grandes ventajas de los biocombustibles es su compatibilidad con la infraestructura actual.

En la mayoría de los países, se utilizan en mezcla con gasolina y diésel fósil, lo que permite reducir progresivamente las emisiones sin necesidad de modificar motores ni redes de distribución, asegurando así una transición más fluida hacia un transporte más sostenible.

En la Argentina se estableció un porcentaje obligatorio de mezcla de biodiésel con el gasoil que se vende en los surtidores (y de bioetanol con las naftas) y los productores vienen pujando por cambios en la ley de biocombustibles para que se eleve progresivamente esa proporción.

Fortalecer los marcos regulatorios y la logística

A pesar de su crecimiento sostenido, el sector de los biocombustibles todavía enfrenta desafíos que deben resolverse para garantizar su expansión y sostenibilidad a largo plazo.

Uno de los puntos clave, según OLADE, es justamente el fortalecimiento de los marcos regulatorios para asegurar que la producción cumpla con los estándares ambientales internacionales.

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Los biocombustibles están ganando terreno como una pieza clave en la descarbonización del transporte, como el transporte pesado, la aviación y el marítimo.

La trazabilidad en toda la cadena de valor será fundamental para evitar la deforestación y garantizar que estos combustibles contribuyan efectivamente a la reducción de emisiones.

Otro desafío central es la infraestructura logística. Para que los biocombustibles se adopten a mayor escala, es imprescindible invertir en almacenamiento, transporte y redes de abastecimiento que hagan su distribución más eficiente.

Además, la innovación en biocombustibles avanzados abre nuevas oportunidades para sectores donde la electrificación aún enfrenta barreras.

Combustibles como el Sustainable Aviation Fuel (SAF) para la aviación y el Hydrotreated Vegetable Oil (HVO) para el transporte marítimo pueden jugar un rol clave en la descarbonización, ofreciendo soluciones viables en segmentos difíciles de electrificar tanto por cuestiones tecnológicas como económicas.

Proyecciones para los biocombustibles

El futuro de los biocombustibles en América Latina se proyecta con grandes oportunidades. Según el Panorama Energético de América Latina y el Caribe 2024 de OLADE, en un escenario de descarbonización acelerada, la región debería cuadruplicar su producción de biocombustibles líquidos para 2050.

Este crecimiento permitiría que los renovables representen el 25% del consumo energético del transporte y el 10% del total de la matriz energética.

Sin embargo, el ritmo de expansión no será uniforme. OLADE estima que entre 2023 y 2035 la producción crecerá a una tasa promedio del 8,3% anual, pero entre 2035 y 2050 el crecimiento se moderará a un 2,2% anual.

Esto se debe a la progresiva integración de otras fuentes de energía, como la electricidad, el gas natural y el hidrógeno verde, que compartirán protagonismo en la transición energética.

Ante este panorama, América Latina tiene la oportunidad de posicionarse como un actor clave en el mercado global de biocombustibles, siempre que se impulsen políticas que garanticen su desarrollo sostenible. La cooperación entre el sector público y el privado será fundamental para consolidar este crecimiento.

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